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NOTA DE VREDONDOF :

ESTE ARTICULO A MI ME PARECIO MUY INTERESANTE , PERO ME HA COSTADO MUCHO "LLEGAR A LOS CONCEPTOS" , NO SE SI POR QUE A MIS 63 AÑOS YA PATINA UN POCO MI CABEZA , O BIEN PORQUE EL AUTOR TIENE UN NIVEL ... O QUE ESCRIBE PARA UN NIVEL DE PERSONAS CON UN INTELECTO MUY ELEVADO.

En cualquier caso merece la pena leerlo (con MUCHA ATENCION para enterarse ....)
La conclusion que saque en la 3ª leida que le di , fue que se puede DECIR LO MISMO con el 10 de palabras y utilizando un "estilo mas pegado a la tierra".

LOS ESPAÑOLES NO SON IDEALISTAS. EN LA MEDIOCRIDAD SE ENCUENTRAN A GUSTO

El perfeccionamiento humano se efectúa con ritmo diverso en las sociedades y en los individuos. Los más poseen una experiencia sumisa al pasado: rutinas, prejuicios, domesticidades. Pocos elegidos varían, avanzando sobre el porvenir; al revés de Anteo, que tocando el suelo cobraba alientos nuevos, los toman clavando sus pupilas en las constelaciones lejanas y de apariencia inaccesible. Esos hombres, predispuestos a emanciparse de su rebaño, buscando alguna perfección más allá de lo actual, son los "idealistas". La unidad del género no depende del contenido intrínseco de sus ideales sino de su temperamento: se es idealista persiguiendo las quimeras más contradictorias, siempre que ellas impliquen un sincero afán de enaltecimiento. Cualquiera. Los espíritus afiebrados por algún ideal son adversarios de la mediocridad: soñadores contra los utilitarios, entusiastas contra los apáticos, generosos contra los calculistas, indisciplinados contra los dogmáticos. Son alguien o algo contra los que no son nadie ni nada. Todo idealista es un hombre cualitativo: posee un sentido de las diferencias que le permite distinguir entre lo malo que observa, y lo mejor que imagina. Los hombres sin ideales son cuantitativos; pueden apreciar el más y el menos, pero nunca distinguen lo mejor de lo peor. Sin ideales sería inconcebible el progreso. El culto del "hombre práctico", limitado a las contingencias del presente, importa un renunciar a toda imperfección. El hábito organiza la rutina y nada crea hacia el porvenir; sólo de los imaginativos espera la ciencia sus hipótesis, el arte su vuelo, la moral sus ejemplos, la historia sus páginas luminosas.
Son la parte viva y dinámica de la humanidad; los prácticos no han hecho más que aprovecharse de su esfuerzo, vegetando en la sombra. Todo porvenir ha sido una creación de los hombres capaces de presentirlo, concretándolo en infinita sucesión de ideales. Más ha hecho la imaginación construyendo sin tregua, que el cálculo destruyendo sin descanso. La excesiva prudencia de los mediocres ha paralizado siempre las iniciativas más fecundas. Y no quiere esto decir que la imaginación excluya la experiencia: ésta es útil, pero sin aquélla es estéril. Los idealistas aspiran a conjugar en su mente la inspiración y la sabiduría; por eso, con frecuencia, viven trabados por su espíritu crítico cuando los caldea una emoción lírica y ésta les nubla la vista cuando observan la realidad. Del equilibrio entre la inspiración y la sabiduría nace el genio. En las grandes horas de una raza o de un hombre, la inspiración es indispensable para crear; esa chispa se enciende en la imaginación y la experiencia la convierte en hoguera. Todo idealismo es, por eso, un afán de cultura intensa: cuenta entre sus enemigos más audaces a la ignorancia, madrastra de obstinadas rutinas.
La humanidad no llega hasta donde quieren los idealistas en cada perfección particular; pero siempre llega más allá de donde habría ido sin su esfuerzo. Un objetivo que huye ante ellos se convierte en estímulo para perseguir nuevas quimeras. Lo poco que pueden todos, depende de lo mucho que algunos anhelan. La humanidad no poseería sus bienes presentes si algunos idealistas no los hubieran conquistado viviendo con la obsesiva aspiración de otros mejores.
En la evolución humana, los ideales se mantienen en equilibrio inestable. Todo mejoramiento real es precedido por conatos y tanteos de pensadores audaces, puestos en tensión hacia él, rebeldes al pasado, aunque sin la intensidad necesaria para violentarlo; esa lucha es un reflujo perpetuo entre lo más concebido y lo menos realizado. Por eso los idealistas son forzosamente inquietos, como todo lo que vive, como la vida misma; contra la tendencia apacible de los rutinarios, cuya estabilidad parece inercia de muerte. Esa inquietud se exacerba en los grandes hombres, en los genios mismos si el medio es hostil a sus quimeras, como es frecuente sobre todo en España. No agita a los hombres sin ideales, informe argamasa de humanidad.
Toda juventud es inquieta. El impulso hacia lo mejor sólo puede esperarse de ella: jamás de los enmohecidos y de los seniles. Y sólo es juventud la sana e iluminada, la que mira al frente y no a la espalda; nunca los decrépitos de pocos años, prematuramente domesticados por las supersticiones del pasado: lo que en ellos parece primavera es tibieza otoñal, ilusión de aurora que es ya un apagamiento de crepúsculo.
Sólo hay juventud en los que trabajan con entusiasmo para el porvenir; por eso en los caracteres excelentes puede persistir sobre el apeñuscarse de los años. Nada cabe esperar de los hombres que entran a la vida sin afiebrarse por algún ideal; a los que nunca fueron jóvenes, paréceles descarriado todo ensueño. Y no se nace joven: hay que adquirir la juventud. Y sin un ideal no se adquiere.
Los idealistas suelen ser esquivos o rebeldes a los dogmatismos sociales que los oprimen. Resisten la tiranía del engranaje político nivelador, aborrecen toda coacción del sistema, sienten el peso de los honores con que se intenta domesticarlos y hacerlos cómplices de los intereses creados, dóciles maleables, solidarios, uniformes en la común mediocridad.
Las fuerzas conservadoras que componen el subsuelo social pretenden amalgamar a los individuos, decapitándolos; detestan las diferencias, aborrecen las excepciones, anatematizan al que se aparta en busca de su propia personalidad. El original, el imaginativo, el creador no teme sus odios: los desafía, aun sabiéndolos terribles porque son irresponsables y asesinos como ultima solución. Por eso todo idealista es una viviente afirmación del individualismo, aunque persiga una quimera social; puede vivir para los demás, nunca de los demás. Su independencia es una reacción hostil a todos los dogmáticos. Concibiéndose incesantemente perfectibles, los temperamentos idealistas quieren decir en todos los momentos de su vida, como Don Quijote: "yo sé quién soy". Viven animados de ese afán afirmativo. En sus ideales cifran su ventura suprema y su perpetua desdicha. En ellos caldean la pasión, que anima su fe; esta, al estrellarse contra la realidad social, puede parecer desprecio, aislamiento, misantropía: la clásica "torre de marfil" reprochada a cuantos se erizan al contacto de los obtusos. Diríase que de ellos dejó escrita una eterna imagen Teresa de Ávila: "Gusanos de seda somos, gusanillos que hilamos la seda de nuestras vidas y en el capullito de la seda nos encerramos para que el gusano muera y del capullo salga volando la mariposa". Todo idealismo es exagerado, necesita serlo. Y debe ser cálido su idioma, como si desbordara la personalidad sobre lo impersonal; el pensamiento sin calor es muerte, frío, carece de estilo, no tiene firma.
Jamás fueron tibios los genios y los héroes. Para crear una partícula de Verdad, de Virtud o de Belleza, se requiere un esfuerzo original y violento contra alguna rutina o prejuicio; como para dar una lección de dignidad hay que desgoznar algún servilismo. Todo ideal es, instintivamente, extremo; debe serlo a sabiendas, si es menester, pues pronto se rebaja al refractarse en la mediocridad de los más. Frente a los hipócritas que usurpan poderes civiles y mienten con viles objetivos, la exageración de los idealistas es, apenas, una verdad apasionada. La pasión es su atributo necesario, aun cuando parezca desviar de la verdad; lleva a la hipérbole, al error mismo; a la mentira nunca. Ningún ideal es falso para quien lo profesa: lo cree verdadero y coopera a su advenimiento, con fe, con desinterés. El sabio busca la Verdad por buscarla y goza arrancando a la naturaleza secretos para él inútiles o peligrosos. Y el artista busca también la suya, porque la Belleza es una verdad animada por la imaginación, más que por la experiencia. Y el moralista la persigue en el Bien, que es una recta lealtad de la conducta para consigo mismo y para con los demás. Tener un ideal es servir a su propia Verdad Siempre. Algunos ideales se revelan como pasión combativa y otros como pertinaz obsesión; de igual manera distínguense dos tipos de idealistas, según predomine en ellos el corazón o el cerebro. El idealismo sentimental es romántico: la imaginación no es inhibida por la crítica y los ideales viven de sentimiento. En el idealismo experimental los ritmos afectivos son encarrilados por la experiencia y la crítica coordina la imaginación: los ideales tórnanse reflexivos y serenos. Corresponde el uno a la juventud y el otro a la madurez. El primero es adolescente, crece, puja y lucha; el segundo es adulto, se fija, resiste, vence.
El idealista perfecto sería romántico a los veinte años y estoico a los cincuenta; es tan anormal el estoicismo en la juventud como el romanticismo en la edad madura. Lo que al principio enciende su pasión, debe cristalizarse después en suprema dignidad: ésa es la lógica de su temperamento. Sin embargo lo que si hay es mucha mediocridad. La mediocridad puede definirse como una ausencia de características personales que permitan distinguir al individuo en su sociedad. Ésta ofrece a todos un mismo fardo de rutinas, prejuicios y domesticidades; basta reunir cien hombres para que ellos coincidan en lo impersonal: "Juntad mil genios en un Concilio y tendréis el alma de un mediocre". Esas palabras denuncian lo que en cada hombre no pertenece a él mismo y que, al sumarse muchos, se revela por el bajo nivel de las opiniones colectivas.El régimén actual, la monarquía cainista, ha conseguido una vez más, a través de sus ladrones politicos, que los españoles sean mediocres y que todo destello de genialidad sea enterrado en el desprecio. El régimen es miedoso,cobarde y hurtador, teme por su continuidad, pues sabe que se ha llevado mucho y no ha ofrecido nada. Qué se puede esperar de un monarca que dice:"El recuerdo de Franco constituirá para mí una exigencia de comportamiento y de lealtad ...". Seguid votando, idealistas.
J.I.
"El sentido común es la cosa mejor repartida del mundo
porque todo el mundo cree poseerlo en cantidad suficiente." René Descartes.

LIBERTAD

-La filosofia de la libertad esta basada en la propiedad de uno mismo, esta simple pero elegante y contundente animacion la explicara exactamente. Esta es una gran herramienta que cualquiera puede usar para educar niños y adultos acerca del derecho a la vida, libertad y la capacidad de crear - y nuestra responsabilidad para pensar, hablar y actuar. La version en DVD de este video puede ser descargada gratis en: www.philosophyofliberty.blogspot.com CRÉDITOS AUTOR: Ken Schoolland schoolak001@hawaii.rr.com PRODUCTOR: Kerry Pearson (aka Lux Lucre) MÚSICA: Music2Hues www.music2hues.com WEBSITE: www.jonathangullible.com AYUDA: The Jonathan Gullible fund www.isil.org/tools/jonathan-gullible.html COPYRIGHT: www.creativecommons.org/licenses/by-nd-nc/1.0/ *

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La amistad profunda es arriesgada






Ayer mismo en Facebook publicaba la siguiente frase de Lou Holtz: “No le cuentes tus problemas a los demás: Al 20% no le interesa y el otro 80% se alegra de que los tengas". 

Se generó un debate interesante con opiniones enfrentadas al tema de la amistad, una palabra que a mi juicio está muy falsificada, ya que la precisión en el uso del lenguaje no es algo por lo que nos caractericemos.

De la amistad se ha escrito mucho. Los grandes filósofos clásicos, como Aristóteles, le dedicaron su tiempo. Y es que es uno de los temas importantes de la vida. El último libro de Enrique Rojas lleva por título precisamente “Amigo. Adiós a la soledad” (Temas de Hoy, 2009) donde aborda muchas cuestiones interesantes.

Os dejo una excelente 
vídeo-entrevista en Periodista Digital con Enrique Rojas (10 minutos). Merece la pena verla. Entre otras cosas, se dice:

– Los grandes argumentos de la vida son: amor, trabajo, cultura y amistad.

– Quien no tiene amigos es sospechoso.

– No seamos utópicos: entre el amigo íntimo y el conocido que saludamos por la calle hay un amplio espectro de matices. Pocas amistades son íntimas.

– Toda amistad profunda es arriesgada.

– Los enemigos de la amistad son: individualismo, prisa y la instrumentalización.

– Vivimos en un mundo técnicamente perfecto y humanamente enfermo.

– Son muy pocos los políticos interesantes.

– Los psiquiatras se han convertido en el médico de cabecera de la sociedad.

– La soledad es la reflexión de uno mismo (Ortega y Gasset).
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Autoengáñate y vivirás mejor

de Francisco Alcaide Hernández .


Revisando entre mis papeles he encontrado un artículo que tenía guardado y que me ha gustado volver a leer. Se publicó el 22 de enero de 2006 en el diario El País por Fernando Trías de Bes y lleva por título: La capacidad de autoengañarse. Sin duda alguna, el título es muy sugerente y representa una mirada muy aguda al “autoengaño” en el que todos caemos.

Fernando Trías de Bes es profesor de ESADE y autor de varios libros como
“La buena suerte” junto a Álex Rovira o “El libro negro del emprendedor”, entre otros; además, fue uno de los expertos incluidos en mi libro “Who´s who en el management español” (Interban, 2006, 2ª edic.). El artículo dice así:
El autoengaño es una de las facetas más inherentes a la condición humana. Una faceta en principio estúpida, pero que nos concede una estabilidad excepcional para convertirnos en animales sociales. El hombre ha logrado convertir el autoengaño en una fuente de estabilidad.

Son habituales en algunos de los urinarios públicos de los Países Bajos, Francia y Reino Unido, y han comenzado a aparecer recientemente en nuestro país. Es sabido que los hombres, sea por falta de habilidad, pereza o descuido, “no apuntan bien”. Alguien tuvo una brillante idea: diseñar un urinario blanco con un pequeño insecto dibujado en el interior. El insecto en cuestión, de color negro sobre blanco, es difícil de ignorar. ¿Qué función tiene? El lector puede ya imaginarlo. El objetivo es que el usuario, atraído por un profundo deseo de enviar al pobre invertebrado tubería abajo, dirija el cilíndrico caudal hacia el interior del urinario. Obviamente, el insecto está ubicado casi en el centro, en un lugar bastante estudiado, donde se minimizan las salpicaduras u otros indeseados derrames. Los hombres que lean este artículo y hayan alguna vez visitado un urinario con tal diseño sabrán lo efectivo del mismo: es imposible no apuntar al insecto para intentar acabar con su vida, a pesar de que uno sabe que no es más que un dibujo.

Es en este punto en el que quisiera detenerme porque contiene el concepto que da pie a este artículo: la virtud del autoengaño. No hay adulto que no sepa que el insecto es un dibujo y, sin embargo, no hay adulto que no apunte hacia él. Es imposible hacerlo caer por el desagüe (¡es un dibujo!), y aun así, erre que erre, a ver si lo conseguimos. ¿Por qué insistir en una acción que sabemos infructuosa?

Pero el fenómeno contiene un segundo autoengaño aún más flagrante. El usuario sabe perfectamente que el dibujo ha sido colocado ahí para el autoengaño, y aun así se cae en la trampa. Asistimos con este trivial y escatológico ejemplo a un hecho formidable que caracteriza a la condición humana: la virtud de autoengañarse que afecta a todos los dominios de la vida.

– En lo económico. Los bancos llevan varios años tasando inmuebles que saben que están absolutamente sobrevalorados por unos tipos de interés bajos y un exceso de liquidez en la economía. Los bancos están presentando balances con activos (derecho sobre préstamos) sobrevalorados. En caso de crisis económica, con desempleo y subida de tipos, no van a poder recuperar el dinero que dieron porque es sin duda superior al valor del inmueble que tasaron. Esto lo saben todas las entidades financieras, y lo lleva advirtiendo el gobernador del Banco de España, desde hace tiempo. Aun así, a final de año los principales bancos están presentando cuentas de resultados con beneficios desorbitados. Tales beneficios podrían ser la antesala de unas grandes pérdidas en caso de un pinchazo de la burbuja inmobiliaria acompañado de morosidad. También lo saben los analistas financieros y los inversores que compran acciones de estos bancos. Pero no importa: es mejor autoengañarse, porque si no todo podría venirse abajo. Si quitamos la mosca el urinario se ensuciaría más de lo debido, así que conviene dejarla en su lugar.

Lo mismo sucedió con las acciones de las tecnológicas, que hicieron perder cifras astronómicas y arruinaron a mucho pequeño inversor. ¿Qué sucedió en la debacle de las puntocom? Pues otro autoengaño, en este caso multitudinario. ¿Cómo podía ser el valor en Bolsa de Terra superior al del BBVA o al de Repsol si no facturaba más de 10 millones de euros y tenía unas pérdidas millonarias? La respuesta es tan sencilla como inquietante: porque casi nadie lo cuestionaba, y al que lo hacía le tachaban de insensato: “Por favor, autoengáñese y deje de decir tonterías”.

– En lo personal. Dejemos de engañarnos: él no va a cambiar; ella, tampoco. Muchas personas viven en la permanente ilusión de que van a lograr cambiar al otro. Desengáñense. Nadie cambia, a lo sumo lo disimula. Pero tal autoengaño mantiene los lazos del amor, de la esperanza y de la ilusión.

– En lo laboral. ¿Cuántas veces no hemos escuchado a alguien exclamar con alegría: “¡En la empresa ya me han hecho fijo!”? Tal persona no ha conseguido nada más que una indemnización si deciden despedirle. Nadie es fijo de por vida en una empresa. Es imposible. Toda empresa, si las cosas van mal dadas, suspenderá pagos o se declarará en quiebra. De acuerdo, ser fijo supone una cierta estabilidad añadida a la del contrato temporal, pero no es una garantía total de empleo. Es otra forma de autoengaño: la de creerse con trabajo para siempre aun cuando un contrato fijo no es una garantía laboral, sino una cierta garantía de indemnización por despido.

Así es. Nos engañamos a nosotros mismos todos los días; se engañan a sí mismos las autoridades, los gobernantes, los directivos, los inversores, los accionistas, y los periodistas, los políticos, los monarcas, los ricos, los pobres… No hay ser humano que escape al autoengaño. Entre otras cosas porque si no enloquecería o se volvería un ser absolutamente antisocial.

Ésta es una de las grandes paradojas de la condición humana, otro de los aspectos que nos hacen tremendamente eficientes frente a otras especies animales. Porque, a pesar de todo lo anteriormente dicho, conviene que nos sigamos engañando a nosotros mismos por el bien de la humanidad y sucesivas generaciones. De hecho, el hombre acude al autoengaño consciente, pero el animal vive en la ignorancia inconsciente, lo cual, a pesar de menos reprobable y más sincero, es mucho más peligroso.
La ignorancia inconsciente
Consiste en no darse cuenta de que se está ignorando un peligro o una realidad. Los animales son a menudo ignorantes de amenazas que se ciernen sobre ellos, y por eso resulta sencillo engañarlos con cualquier anzuelo para introducirlos en una jaula. La ignorancia inconsciente es terrible porque, a pesar de proveer tranquilidad, implica que somos ajenos a la realidad. En cambio, el autoengaño inconsciente es un síntoma de inteligencia. Consiste en engañarse de forma voluntaria para que las cosas sigan funcionando, pero si lo peor sucede, ya lo arreglaremos; mientras no sea así, el sistema se aguanta, y, al fin y al cabo, de eso se trata, de que el sistema aguante. Así es también la vida. 

Decía Hemingway que “vivimos esta vida como si llevásemos otra en la maleta”: un puro autoengaño para pasar de puntillas por la misma sin importarnos demasiado si la vivimos o la desperdiciamos. 
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La cruz, el dólar y Hollywood



Siempre que veo una película norteamericana, me pregunto cuándo llegará la escena “esa”. No falla. Ya se trate de una cinta de ciencia ficción o de aventuras, un drama o una comedia, tarde o temprano aparece “esa” escena. A veces son varias escenas, y a veces, en realidad es la subtrama que recorre toda la película.


Una de las últimas que vi en casa y en dvd era “Grand Torino”. Dirigida y protagonizada por Clint Eastwood, trata de un anciano americano ex soldado de la guerra de Corea, que se queda viudo y debe pasar sus días sentado en el porche de su casa, bebiendo cerveza y acompañado de su perro.
Los vecinos han cambiado. Ya no son WASP, blancos anglosajones: ahora hay chinos, chicanos, en fin, extranjeros.
Y la presencia de “eso” se ve en los primeros planos: la religión. En este caso, es un cura muy joven que insiste una y otra vez al personaje de Clitn Eastwood que debería confesarse y quedar en paz consigo mismo. Ir a misa.
Eastwood se ríe y amonesta a este niño que le quiere dar lecciones de vida, a él, un ex veterano. Pero antes del gran final, Eastwood aparece por la iglesia y se confiesa. Es la antesala de su transformación.


La religión es algo muy presente en las películas norteamericanas. Puede aparecer en la película esa en que Silvester Stallone trata de sacar a un grupo de personas encerradas en un túnel invadido de agua; los cuales encuentran la liberación a través de una vieja ermita construida por irlandeses cuando construyeron los túneles de Manhattan.
O puede ser la crisis de fe de Dimas, el sacerdote de “El exorcista” que intenta hacer un exorcismo ayudado por otro sacerdote mayor, que conocer cómo conjurar al diablo.
Pueden ser cinco minutos de religión que llegan al principio, en el medio o al final. Puede ser el tema central. Pero fíjense bien porque siempre llegan.
¿Por qué?
Pues porque EEUU es un país muy creyente. Los productores de Hollywood saben que deben meter cinco minutos de religión, cinco de sexo y noventa minutos de acción para que triunfe una película. Es la norma.
Eso explica por qué la película de Amenábar no triunfa en EEUU, según informa elconfidencial.com. Lo supe el mismo día del estreno de Ágora y creo que lo escribí aquí en un post. Amenábar no se dio cuenta de que EEUU es un país muy religioso (también muy hipócrita), pero cuando se tratan temas religiosos, al final deben ser  salvadores.
A mí me gustó la película de Amenábar porque planteaba cuestiones que estudié en la carrera de Filosofía en dos materias: Filosofía de la Religión e Historia de la Ciencia. Me gustó de veras la película.
Pero cuando vi que los malos eran cristianos (bueno, antes los paganos y antes los judíos), me dije: “Esto no se va a estrenar ni en un cine de arte y ensayo en EEUU”.
Europa ha tenido tantas guerras de religión que aquí el espectador es más escéptico. Pero en EEUU siguen yendo a misa los domingos, y los curas, pastores y predicadores tienen una influencia enorme sobre la conciencia del país. Son su ángel de la guarda, la voz del inconsciente, el Obi Wan Kenobi de 320 millones de personas.
Por eso, aquellas películas que introduzcan elementos religiosos salvadores, tienen más posibilidades de hacer dinero. y las que no, se estrellan. Van al infierno.
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5 historias para reflexionar


de Francisco Alcaide Hernández

Hoy os dejo cinco historias que me gustan para que reflexionéis durante el fin de semana. De algunas de ellas he hablado en alguna ocasión:

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1. Valor vs. Trabajo

«Cuando Whistler era ya un pintor de renombre, un ricachón le encargó su retrato. Acordaron un precio –bastante alto, pues Whistler era un artista muy cotizado–, y el maestro de las armonías cromáticas pintó el retrato en tres días. El cliente se negó a pagar la considerable suma acordada, alegando que era una retribución excesiva por solo tres días de trabajo, y fueron a los tribunales. El juez le preguntó a Whistler cuánto tiempo le había llevado hacer el retrato, y él contestó: “He tardado tres días en pintarlo y toda una vida en llegar a poder pintarlo en tres días”. Naturalmente, el ricachón tuvo que pagar el cuadro y las costas del juicio».

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2. La adversidad como despertador de talentos
«“Le quedan tres meses, prepare sus despedidas, ésta será su última Navidad”, le dijo el doctor. Y al salir del hospital caminó sin rumbo durante horas hasta que se refugió del frío en una cafetería. Sobre la mesa de madera vieja sacó su libreta y escribió los nombres de sus amigos íntimos. Eran cuatro. A continuación trazó una línea. Y siguió con la lista de los amigos “a secas”. Eran dieciséis. Trazó otra línea y siguió con los amigos antiguos, de los que no sabía nada desde hace años. Logró recordar a nueve. Trazó otra línea y pidió otro café. De repente, vino a su memoria un nombre que debería haber estado en la primera lista, pero cuya amistad se rompió años atrás por una ridícula discusión. Lo escribió con trazo tembloroso y tuvo que respirar hondo para sosegar la inquietud repentina que le embargó. A la mañana siguiente, partió en busca del último nombre de la lista. Cruzó el océano, llamó al timbre y le dio un abrazo. Cuando regresó, el doctor le citó con carácter urgente en la consulta: “Ha habido un error en los análisis, usted no tiene cáncer, le ruego que acepte mis disculpas”. Y para sorpresa del doctor, él las aceptó dándole las gracias y un abrazo».

«Los próximos 30 años», Álvaro González–Alorda (@agalorda).

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3. El poder de la utopía

«Un arquero quiso cazar la luna. Noche tras noche. Sin descansar, lanzó sus flechas hacia el astro. Los vecinos comenzaron burlarse de él. Inmutable, siguió lanzando sus flechas. Nunca cazó la luna, pero se convirtió en el mejor arquero del mundo».

Alejandro Jodorowsky

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4. El poder de la exclusividad

«En un centro comercial de Estados Unidos se colocaron sobre una mesa dos cajas con galletas para ofrecérselas al público. Daba la impresión de tratarse de la promoción del producto, pero en realidad se trataba de una investigación sobre actitudes: una de las cajas permanecía casi llena, y la otra con apenas con dos o tres galletas, como si se estuvieran acabando. “¿Cuál es la que sabe mejor?”, preguntaban los encuestadores a cada persona que probaba las galletas. A la mayoría de la gente le gustaba más la galleta de la caja que se estaba acabando. Cada hora las cajas se intercambiaban de posición y los resultados se mantenían iguales. Un detalle: las dos cajas contenían el mismo tipo de galletas; la única diferencia era la aparente escasez de una de ellas».

«La comunicación eficaz», Lair Ribeiro.

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5. Lo de «fuera» es lo de «dentro»

Un hombre quiere colgar un cuadro. El clavo ya lo tiene, pero le falta un martillo. El vecino tiene uno. Así, pues, nuestro hombre decide pedir al vecino que le preste un martillo. Pero le asalta una duda: ¿Qué? ¿Y si no quiere prestármelo? Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Quizá tenía prisa. Pero quizá la prisa no era más que un pretexto, y el hombre tiene algo contra mí. ¿Qué puede ser? Yo no le hecho nada; algo se habrá metido en la cabeza. Si alguien me pidiese prestada alguna herramienta, yo se la prestaría enseguida. ¿Por qué no ha de hacerlo él también? ¿Cómo puede uno negarse a hacer un favor tan sencillo a otro? Tipos como éste le amargan a uno la vida. Y luego todavía se imagina que dependo de él. Sólo porque tiene un martillo. Esto ya es el colmo. Así nuestro hombre sale precipitado a casa del vecino, toca el timbre, se abre la puerta y, antes de que el vecino tenga tiempo de decir «buenos días», nuestro hombre le grita furioso: «¡Quédese usted con su martillo!».

«El arte de amargarse la vida», Paul Watzlawick. 
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Septiembre, comienzo de ciclo



Los ciclos vitales no van de enero a diciembre sino de septiembre a julio o agosto. En teoría, renovamos las fuerzas vitales en verano, nos insolamos, cargamos las pilas, y acometemos el otoño y el invierno con forrajes de pensamientos, cosechas de ideas y recolecta de planes.
Al menos a mí me ha sucedido así durante muchos años. Ha sido periodo de cambios vitales, de revoluciones personales y de ciclos que empiezan.
Por eso trato de fijarme mucho en septiembre. Pregunto a mis amigos si notan planes nuevos, si se mueve la economía o se desinfla, si hay proyectos…
Este mes está trufado de cosas: la huelga general el 29, la presentación de Presupuestos Generales del Estado a las Cortes un día antes, la puesta en marcha de la reforma laboral aprobada por el gobierno.
Además, es el mes en que se hacen los planes de inversión del año entrante. Ahí se puede saber si las empresas son optimistas, o creen que todo va a seguir igual.
Septiembre es el mes donde se renuevan las parrillas de televisión, lo cual nos da la impresión de ser un lifting biológico a la vida entera. Es el mes en que los recién licenciados buscan empleo tras el verano que se han regalado, y por eso funcionan mejor que nunca los artículos sobre cómo y dónde encontrar empleo.
Mi impresión es que habrá datos muy contradictorios porque estamos en un año bipolar: el trimestre julio-agosto-septiembre verá la bajada del paro, porque son los meses más turísticos. Quizá la economía vuelva a crecer unas décimas, aunque no estoy muy convencido porque la subida del IVA y el fin de las ayudas a la compra de coches, puede haber lanzado un torpedo a la línea de crecimiento.
Dado que las cifras las conoceremos en octubre, para saber cómo está respirando la economía solo habrá una forma de fiarse: mirar la sección de breves económicos de los periódicos. Hagan un ejercicio: cuenten las noticias positivas y las negativas, y calculen qué porcentaje ocupan. Si las positivas pasan del 50% es que el ciclo puede ser mejor que el año anterior. Si ganan las negativas, prepárense para otro ciclo tan anodino como éste que muere.
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Lo Perfecto es Enemigo de lo Bueno




Perfect_vs_Good.jpgPor David Cantone 

Esta es una frase muy célebre de Voltaire que, según mi parecer, significa que es preferible hacer una cosa con una calidad buena en un tiempo razonable que hacer una cosa excelente o “perfecta” dedicando a la tarea un tiempo excesivo.

La búsqueda de la excelencia en todas  aquellas tareas importantes que emprendemos es algo claramente positivo. 


Qué duda cabe que nuestro trabajo habla por sí solo; es nuestra carta de presentación al mundo diciéndole a todo aquel que sea vea expuesto a éste quiénes somos y qué podemos aportar.  Además, ante la ingente competencia actual en todos los ámbitos de la vida profesional y artística la excelencia es la mejor forma de destacar frente a la multitud. Ahora bien, una cosa es la búsqueda de la excelencia y otra bien distinta la obsesión por la perfección. 

Puede que algunos de vosotros penséis que cuanto más “perfecto” sea el resultado de nuestro trabajo mejor para nosotros y nuestra reputación. La verdad es que la mejor estrategia que conozco para promocionar nuestro trabajo y dar a conocer nuestra marca es la búsqueda del equilibrio ideal entre calidad y dedicación.

A continuación voy a desarrollar estas ideas para que veáis de una forma más clara los inconvenientes y beneficios de seguir una u otra estrategia a la hora de darnos a conocer por medio de nuestro trabajo.

Los males de la búsqueda obsesiva de la perfección
 Costo excesivo de tiempo: La principal pega es el costo excesivo de tiempo que implica. En todo trabajo  hay un momento en que la mejora del resultado que se puede conseguir es mínima y el esfuerzo y tiempo que hay que dedicar para conseguirlo ha crecido exponencialmente. Saber identificar ese momento es clave para dar por concluida la labor y pasar a dedicar nuestras capacidades a otra cosa que requiera de nuestra atención.

Desgaste de nuestras energías: Obviamente, tratar de mejorar lo ya difícilmente mejorable nos genera un desgaste enorme. El estrés aumenta a medida que vemos las horas pasar sin obtener los resultados queridos. Ese desgaste mental y físico a su vez implica una menor capacidad de concentración, por lo que nuestra productividad irremediablemente caerá en picado. Además, la creatividad necesita de claridad de mente, frescura y libertad. El desgaste producido por la búsqueda de la perfección también ahoga la creatividad.

El aburrimiento de lo repetitivo: Estar mucho rato concentrado en una misma tarea aburre y mucho. Nuestra mente necesita de nuevos estímulos y retos para estar despierta y ser productiva. El tedio que crea la búsqueda de la perfección en la mente embota la creación. Aunque decidas dividir la tarea en períodos de tiempo, cuando te plantes de nuevo ante ésta, tu mente dirá: “¿¡Otra vez!? Pero que tostón”, y tu capacidad de concentración disminuirá, aún y acabar de empezar con la tarea.

La dejadez de otras tareas también importantes: De tener más de una tarea entre manos, como casi seguro que es tu caso, el dedicar un excesivo tiempo a una sola tarea irremediablemente conlleva la dejadez de otras. Es decir, que, mientras una de tus tareas tendrá un resultado óptimo, las demás tareas que debías de hacer y que quedaron en un segundo plano, o bien no las haces o las haces con una calidad que nada bueno dice de ti. También cabe la posibilidad que las hicieras todas muy bien, pero con el consiguiente desgaste de salud que seguro que te produciría, y ya sabes el dicho popular: “la salud es lo primero”. Aunque uno de tus trabajos fuera realmente bueno, si los demás trabajos no se hacen o no llegan a una calidad mínimamente aceptable, por culpa de la búsqueda obsesiva de la perfección, tu esfuerzo no se verá debidamente correspondido con sus beneficios. En otras palabras, tu marca, tu reputación como profesional, artista, estudiante, lo que sea, se verá seriamente perjudicada.

La búsqueda del equilibrio ideal entre calidad y dedicación

 Las ideas clave son:

(1) la calidad debe de ser como mínimo lo suficientemente buena como para representar adecuadamente tu marca (tu persona, tu trabajo, etc.). Aunque lo ideal es que la calidad sea lo suficientemente buena como para destacar sobre la multitud y diferenciarte del resto.

(2) El tiempo y esfuerzo dedicado debe de ser el mínimo posible para conseguir el resultado buscado.

(3) Ambos conceptos (calidad y dedicación) aumentarán o se reducirán en atención a la importancia de la tarea a realizar, siempre cumpliendo con el mínimo de calidad que arriba he indicado.

Cómo encontrar ese equilibrio ideal entre calidad y dedicación

Aplicando la sencilla fórmula que a continuación expongo vas a poder encontrar ese equilibrio ideal, consiguiendo de tu esfuerzo el máximo beneficio posible.


- Establece una gradación de importancia de la tarea


Para determinar cuán importante es la tarea a la que te enfrentas debes de preguntarte esta sencilla pregunta: ¿Cuáles serían los beneficios que obtendría de hacer muy bien la tarea? También ayuda preguntarse: ¿Cuáles son los perjuicios que acarrearía no hacer o hacer mal la tarea? Pues bien, a mayores potenciales beneficios y perjuicios mayores la importancia de la tarea en cuestión.


Tú eliges la gradación que utilizas para medir la importancia, a mi me gusta utilizar del 1 al 4. Siendo el 1 una tarea muy poco importante, el 2 importante, el 3 muy importante y el 4 para las tareas trascendentales o de máxima importancia.


A mayor importancia mejor resultado se debe de conseguir y, por consiguiente, habrá que destinar, a su vez, una mayor dedicación de tiempo y esfuerzo.
Cómo identificar cuándo es suficiente la calidad de un trabajo y la dedicación empleada y dar por concluida la tarea
Cuando identifiques señales de agotamiento mental o lleves más tiempo del que habías programado dedicar, hazte esta sencilla pregunta: ¿Realmente vale la pena seguir en atención a los potenciales beneficios que obtendría o ya es suficiente? Créeme, preguntarse a uno mismo esta clase de preguntas ayuda, y mucho, pues el cerebro funciona como una máquina que hace lo que le pides, tu preguntas él responde. La respuesta puede ser a veces una sensación, otras, en cambio, “escucharás” claramente lo que responde.

Una última consideración acerca del binomio calidad-cantidad

Aunque calidad es mejor que cantidad, sin cantidad la calidad difícilmente reportará valor alguno a nuestra marca. ¿Os imagináis que habría sido de Agatha Christie si sólo hubiera escrito unas pocas novelas? Si Agatha se convirtió en una de las escritoras más famosas, sino la que más, en la novela policíaca fue gracias a su calidad literaria, pero también a la ingente cantidad de libros que publicó. Creó una legión de seguidores que los tenía enganchados a sus novelas como el ratón al queso. Sus lectores esperaban ansiosos a la salida de un nuevo capítulo, un nuevo libro. Es justamente eso lo que yo recomiendo hacer para que nuestra marca gane presencia en el mercado: la producción constante de obras de calidad. Es decir, hay que presentar muchas obras al público de forma constante y respetando los tiempos, esto es, ni presentarlas juntas ni muy separadas en el tiempo, y hacerlo siempre conservando el sello de calidad que diferencie tus obras y tu marca de la multitud.
 Conclusión
Si sigues los consejos arriba explicados estoy seguro que tu productividad aumentará de forma considerable y, con ello, conseguirás que la presencia y el valor de tu marca crezcan rápidamente.


No os engañéis, ser excesivamente detallista y perfeccionista en el trabajo no es una virtud sino una cruz. A todos aquellos que, como yo en el pasado, os cuesta horrores dar por terminada una tarea, que parece que el resultado nunca es lo suficientemente bueno, os animo a decir: “¡basta ya! Hasta aquí hemos llegado”. Concluir ya el trabajo que estéis haciendo y  poneros a hacer otra cosa. Vuestra salud lo agradecerá al igual que lo hará vuestra carrera artística o profesional. Buscad ese equilibrio ideal entre calidad y dedicación y vuestra productividad se disparará por las nubes. Dejad respirar a vuestra creatividad y veréis que como dijo Voltaire: “lo perfecto es enemigo de lo bueno”.


¿Y vosotros? ¿Sois perfeccionistas u os contentáis con un trabajo bien hecho? No olvidéis dejar abajo vuestro comentario, o bien decirme algo via Twitter.


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Written on July 5, 2010 by David Cantone 
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Anatomía de la Autoestima


BORJA VILASECA 15/03/2009 EL PAIS 

Desde un punto de vista emocional, todo lo que una persona no se da a sí misma lo busca en su relación con los demás: afecto, confianza, reconocimiento… La independencia pasa por aprender a autoabastecerse.
“Los demás no nos dan ni nos quitan nada. Tan sólo son espejos que nos muestran lo que tenemos y lo que nos falta”
Es hora de reconocerlo: por lo general somos una sociedad de “eruditos racionales” y “analfabetos emocionales”. No nos han enseñado a expresar con palabras el torbellino de emociones, sentimientos y estados de ánimo que deambulan por nuestro interior. Y esta ignorancia nos lleva a marginar lo que nos ocurre por dentro, sufriendo sus consecuencias.

Debido a nuestra falta de conocimiento y entrenamiento en inteligencia emocional, solemos reaccionar o reprimirnos instintivamente cada vez que nos enfrentamos a la adversidad. Apenas nos damos espacio para comprender lo que ha sucedido y de qué manera podemos canalizar de forma constructiva lo que sentimos. De ahí que nos convirtamos en víctimas y verdugos de nuestro dolor, el cual intensificamos al volver a pensar en lo sucedido. En eso consiste vivir inconscientemente: en no darnos cuenta de que somos cocreadores de nuestro sufrimiento.
Por el camino, las heridas provocadas por esta guerra interna nos dejan un poso de miedos, angustias y carencias. Y la experiencia del malestar facilita que nos creamos una de las grandes mentiras que preconiza este sistema: que nuestro bienestar y nuestra felicidad dependen de algo externo, como el dinero, el poder, la belleza, la fama, el éxito, el sexo...
ROTOS POR DENTRO
“Sólo si me siento valioso porser como soy puedo aceptarme, puedo ser auténtico” (Jorge Bucay)

Bajo el embrujo de esta falsa creencia y de forma inconsciente, vivimos como si trabajar en pos de lo de fuera fuese más importante que cuidar y atender lo de dentro. Priorizamos el “cómo nos ven” al “cómo nos sentimos”. Y no sólo eso. Este condicionamiento también nos mueve a utilizar mucho de lo que decimos y hacemos para que los demás nos conozcan, nos comprendan, nos acepten y nos quieran. Así es como esperamos recuperar nuestra estabilidad emocional.
Pero la realidad demuestra que siguiendo esta estrategia no solemos conseguirla, y que en el empeño terminamos por olvidarnos de nosotros mismos. Por eso sufrimos. Al ir por la vida rotos por dentro, nos volvemos más vulnerables frente a nuestras circunstancias y mucho más influenciables por nuestro entorno familiar, social y profesional. Lo que piensen los demás empieza a ser más importante que lo que pensamos nosotros mismos.
Al seguir desnudos por dentro, poco a poco nos vestimos con las creencias y los valores de la mayoría, y empezamos a pensar y a actuar según las reglas, normas y convenciones que nos han sido impuestas. A través de este “pensamiento único” es como se consolida el statu quo establecido por el sistema.
LA CARENCIA COMÚN ES INVISIBLE
“Uno es lo que ama, no lo que le aman” (Charlie Kaufman)

A veces nos mostramos arrogantes y prepotentes al interactuar con otras personas, creyendo que esta actitud es un síntoma de seguridad en nosotros mismos. En cambio, cuando nos infravaloramos o nos despreciamos, pensamos justamente lo contrario. Sin embargo, estas dos conductas opuestas representan las dos caras de una misma moneda: falta de autoestima. Es nuestra carencia común. Y a pesar de ser devastadora es prácticamente invisible.
¿Qué es entonces la autoestima? Podría definirse como “la manera en la que nos valoramos a nosotros mismos”. Y no se trata de sobre o subestimarnos. La verdadera autoestima nace al vernos y aceptarnos tal como somos.
La falta de autoestima tiene graves consecuencias, tanto en nuestra forma de interpretar y comprender el mundo como en nuestra manera de ser y de relacionarnos con los demás. Al mirar tanto hacia fuera, nos sentimos impotentes, ansiosos e inseguros, y nos dejamos vencer por el miedo y corromper por la insatisfacción. También discutimos y peleamos más a menudo, lo que nos condena a la esclavitud de la soledad o la ira. Y dado que seguimos fingiendo lo que no somos y reprimiendo lo que sentimos, corremos el riesgo de ser devorados por la tristeza y consumidos por la depresión.
COMPENSACIÓN EMOCIONAL
“Si no lo encuentras dentro de ti, ¿dónde lo encontrarás?” (Alan Watts)

De tanto mirar hacia fuera, nuestras diferentes motivaciones se van centrando en un mismo objetivo: conseguir que la realidad se adapte a nuestros deseos y expectativas egocéntricos. Así es como pretendemos conquistar algún día la felicidad. Sin embargo, dado que no solemos saciar estas falsas necesidades, enseguida interpretamos el papel de víctima, convirtiendo nuestra existencia en una frustración constante.
Expertos en el campo de la psicología de la personalidad afirman que este egocentrismo –que se origina en nuestra más tierna infancia– condiciona nuestro pensamiento, nuestra actitud y nuestra conducta, formando lentamente nuestra personalidad. Así, la falta de autoestima obliga a muchas personas a compensarse emocionalmente, mostrándose orgullosas y soberbias.
Al negar sus propias necesidades y perseguir las de los demás, son las últimas en pedir ayuda y las primeras en ofrecerla. Aunque no suelan escucharse a sí mismas, se ven legitimadas para atosigar y dar consejos sin que se los pidan. De ahí que suelan crear rechazo y se vean acorraladas por su mayor enemigo: la soledad.
En otros casos, esta carencia fuerza a algunas personas a proyectar una imagen de triunfo en todo momento, incluso cuando se sienten derrotadas. Cegadas por el afán de deslumbrar para ser reconocidas y admiradas, se vuelven adictas al trabajo, relegando su vida emocional a un segundo plano. La vanidad las condena a esconderse bajo una máscara de lujo y a refugiarse en una jaula de oro. Pero tras estas falsas apariencias padecen un profundo sentimiento de vacío y fracaso.
La ausencia de autoestima también provoca que algunas personas no se acepten a sí mismas, y se construyan una identidad diferente y especial para reafirmar su propia individualidad. No soportan ser consideradas vulgares y huyen de la normalidad. Y suelen crear un mundo de drama y fantasía que termina por envolverles en un aura de incomprensión, desequilibrio y melancolía. Y al compararse con otras personas, suelen sentir envidia por creer que los demás poseen algo esencial que a ellas les falta.
El denominador común de esta carencia es que nos hace caer en el error de buscar en los demás el cariño, el reconocimiento y la aceptación que no nos damos a nosotros mismos. La paradoja es que se trata precisamente de hacer lo contrario. Sólo nosotros podemos nutrirnos con eso que verdaderamente necesitamos.
LO QUE PIENSAN LOS DEMÁS
“Cada vez que se encuentre usted en el lado de la mayoría, es tiempo de hacer una pausa y reflexionar” (Mark Twain)

Cuenta una parábola que un hombre y su mujer salieron de viaje con su hijo de 12 años, que iba montado sobre un burro. Al pasar por el primer pueblo, la gente comentó: “Mirad ese chico tan maleducado: monta sobre el burro mientras los pobres padres van caminando.” Entonces, la mujer le dijo a su esposo: “No permitamos que la gente hable mal del niño. Es mejor que subas tú al burro”.
Al llegar al segundo pueblo, la gente murmuró: “Qué sinvergüenza, deja que la criatura y la pobre mujer tiren del burro, mientras él va cómodo encima”. Entonces tomaron la decisión de subirla a ella en el burro mientras padre e hijo tiraban de las riendas. Al pasar por el tercer pueblo, la gente exclamó: “¡Pobre hombre! ¡Después de trabajar todo el día, debe llevar a la mujer sobre el burro! ¡Y pobre hijo! ¡Qué será lo que les espera con esa madre!”.
Entonces se pusieron de acuerdo y decidieron subir al burro los tres y continuar su viaje. Al llegar a otro pueblo, la gente dijo: “¡Mirad qué familia, son más bestias que el burro que los lleva! ¡Van a partirle la columna al pobre animal!”. Al escuchar esto, decidieron bajarse los tres y caminar junto al burro. Pero al pasar por el pueblo siguiente la gente les volvió a increpar: “¡Mirad a esos tres idiotas: caminan cuando tienen un burro que podría llevarlos!”.
EL ÉXITO MÁS ALLÁ DEL ÉXITO
“Este gozo que siento no me lo ha dado el mundo y, por tanto, el mundo no puede arrebatármelo” (Shirley Caesar)

Los demás no nos dan ni nos quitan nada. Y nunca lo han hecho. Tan sólo son espejos que nos muestran lo que tenemos y lo que nos falta. Ya lo dijo el filósofo Aldous Huxley: “La experiencia no es lo que nos pasa, sino la interpretación que hacemos de lo que nos pasa”. Lo único que necesitamos para gozar de una vida emocional sana y equilibrada es cultivar una visión más objetiva de nosotros mismos. Sólo así podremos comprendernos, aceptarnos y valorarnos tal como somos. Y lo mismo con los demás.
El secreto es dedicar más tiempo y energía a liderar nuestro diálogo interno. Hemos de vigilar lo que nos decimos y cómo nos tratamos, así como lo que les decimos a los demás y cómo los tratamos.
La verdadera autoestima es sinónimo de humildad y libertad. Es el colchón emocional sobre el que construimos nuestro bienestar interno. Y actúa como un escudo protector que nos permite preservar nuestra paz y nuestro equilibrio independientemente de cuáles sean nuestras circunstancias. Los filósofos contemporáneos lo llaman “conseguir el éxito más allá del éxito”. Dicen que cuando una persona es verdaderamente feliz, no desea nada. Tan sólo sirve, escucha, ofrece y ama.
Podemos seguir sufriendo por lo que no nos dan la vida y los demás, o podemos empezar a atendernos y abastecernos a nosotros mismos. Es una decisión personal. Y lo queramos o no ver, la tomamos cada día.
Desde un punto de vista emocional, todo lo que una persona no se da a sí misma lo busca en su relación con los demás: afecto, confianza, reconocimiento… La independencia pasa por aprender a autoabastecerse.

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