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NOTA DE VREDONDOF :

ESTE ARTICULO A MI ME PARECIO MUY INTERESANTE , PERO ME HA COSTADO MUCHO "LLEGAR A LOS CONCEPTOS" , NO SE SI POR QUE A MIS 63 AÑOS YA PATINA UN POCO MI CABEZA , O BIEN PORQUE EL AUTOR TIENE UN NIVEL ... O QUE ESCRIBE PARA UN NIVEL DE PERSONAS CON UN INTELECTO MUY ELEVADO.

En cualquier caso merece la pena leerlo (con MUCHA ATENCION para enterarse ....)
La conclusion que saque en la 3ª leida que le di , fue que se puede DECIR LO MISMO con el 10 de palabras y utilizando un "estilo mas pegado a la tierra".

LOS ESPAÑOLES NO SON IDEALISTAS. EN LA MEDIOCRIDAD SE ENCUENTRAN A GUSTO

El perfeccionamiento humano se efectúa con ritmo diverso en las sociedades y en los individuos. Los más poseen una experiencia sumisa al pasado: rutinas, prejuicios, domesticidades. Pocos elegidos varían, avanzando sobre el porvenir; al revés de Anteo, que tocando el suelo cobraba alientos nuevos, los toman clavando sus pupilas en las constelaciones lejanas y de apariencia inaccesible. Esos hombres, predispuestos a emanciparse de su rebaño, buscando alguna perfección más allá de lo actual, son los "idealistas". La unidad del género no depende del contenido intrínseco de sus ideales sino de su temperamento: se es idealista persiguiendo las quimeras más contradictorias, siempre que ellas impliquen un sincero afán de enaltecimiento. Cualquiera. Los espíritus afiebrados por algún ideal son adversarios de la mediocridad: soñadores contra los utilitarios, entusiastas contra los apáticos, generosos contra los calculistas, indisciplinados contra los dogmáticos. Son alguien o algo contra los que no son nadie ni nada. Todo idealista es un hombre cualitativo: posee un sentido de las diferencias que le permite distinguir entre lo malo que observa, y lo mejor que imagina. Los hombres sin ideales son cuantitativos; pueden apreciar el más y el menos, pero nunca distinguen lo mejor de lo peor. Sin ideales sería inconcebible el progreso. El culto del "hombre práctico", limitado a las contingencias del presente, importa un renunciar a toda imperfección. El hábito organiza la rutina y nada crea hacia el porvenir; sólo de los imaginativos espera la ciencia sus hipótesis, el arte su vuelo, la moral sus ejemplos, la historia sus páginas luminosas.
Son la parte viva y dinámica de la humanidad; los prácticos no han hecho más que aprovecharse de su esfuerzo, vegetando en la sombra. Todo porvenir ha sido una creación de los hombres capaces de presentirlo, concretándolo en infinita sucesión de ideales. Más ha hecho la imaginación construyendo sin tregua, que el cálculo destruyendo sin descanso. La excesiva prudencia de los mediocres ha paralizado siempre las iniciativas más fecundas. Y no quiere esto decir que la imaginación excluya la experiencia: ésta es útil, pero sin aquélla es estéril. Los idealistas aspiran a conjugar en su mente la inspiración y la sabiduría; por eso, con frecuencia, viven trabados por su espíritu crítico cuando los caldea una emoción lírica y ésta les nubla la vista cuando observan la realidad. Del equilibrio entre la inspiración y la sabiduría nace el genio. En las grandes horas de una raza o de un hombre, la inspiración es indispensable para crear; esa chispa se enciende en la imaginación y la experiencia la convierte en hoguera. Todo idealismo es, por eso, un afán de cultura intensa: cuenta entre sus enemigos más audaces a la ignorancia, madrastra de obstinadas rutinas.
La humanidad no llega hasta donde quieren los idealistas en cada perfección particular; pero siempre llega más allá de donde habría ido sin su esfuerzo. Un objetivo que huye ante ellos se convierte en estímulo para perseguir nuevas quimeras. Lo poco que pueden todos, depende de lo mucho que algunos anhelan. La humanidad no poseería sus bienes presentes si algunos idealistas no los hubieran conquistado viviendo con la obsesiva aspiración de otros mejores.
En la evolución humana, los ideales se mantienen en equilibrio inestable. Todo mejoramiento real es precedido por conatos y tanteos de pensadores audaces, puestos en tensión hacia él, rebeldes al pasado, aunque sin la intensidad necesaria para violentarlo; esa lucha es un reflujo perpetuo entre lo más concebido y lo menos realizado. Por eso los idealistas son forzosamente inquietos, como todo lo que vive, como la vida misma; contra la tendencia apacible de los rutinarios, cuya estabilidad parece inercia de muerte. Esa inquietud se exacerba en los grandes hombres, en los genios mismos si el medio es hostil a sus quimeras, como es frecuente sobre todo en España. No agita a los hombres sin ideales, informe argamasa de humanidad.
Toda juventud es inquieta. El impulso hacia lo mejor sólo puede esperarse de ella: jamás de los enmohecidos y de los seniles. Y sólo es juventud la sana e iluminada, la que mira al frente y no a la espalda; nunca los decrépitos de pocos años, prematuramente domesticados por las supersticiones del pasado: lo que en ellos parece primavera es tibieza otoñal, ilusión de aurora que es ya un apagamiento de crepúsculo.
Sólo hay juventud en los que trabajan con entusiasmo para el porvenir; por eso en los caracteres excelentes puede persistir sobre el apeñuscarse de los años. Nada cabe esperar de los hombres que entran a la vida sin afiebrarse por algún ideal; a los que nunca fueron jóvenes, paréceles descarriado todo ensueño. Y no se nace joven: hay que adquirir la juventud. Y sin un ideal no se adquiere.
Los idealistas suelen ser esquivos o rebeldes a los dogmatismos sociales que los oprimen. Resisten la tiranía del engranaje político nivelador, aborrecen toda coacción del sistema, sienten el peso de los honores con que se intenta domesticarlos y hacerlos cómplices de los intereses creados, dóciles maleables, solidarios, uniformes en la común mediocridad.
Las fuerzas conservadoras que componen el subsuelo social pretenden amalgamar a los individuos, decapitándolos; detestan las diferencias, aborrecen las excepciones, anatematizan al que se aparta en busca de su propia personalidad. El original, el imaginativo, el creador no teme sus odios: los desafía, aun sabiéndolos terribles porque son irresponsables y asesinos como ultima solución. Por eso todo idealista es una viviente afirmación del individualismo, aunque persiga una quimera social; puede vivir para los demás, nunca de los demás. Su independencia es una reacción hostil a todos los dogmáticos. Concibiéndose incesantemente perfectibles, los temperamentos idealistas quieren decir en todos los momentos de su vida, como Don Quijote: "yo sé quién soy". Viven animados de ese afán afirmativo. En sus ideales cifran su ventura suprema y su perpetua desdicha. En ellos caldean la pasión, que anima su fe; esta, al estrellarse contra la realidad social, puede parecer desprecio, aislamiento, misantropía: la clásica "torre de marfil" reprochada a cuantos se erizan al contacto de los obtusos. Diríase que de ellos dejó escrita una eterna imagen Teresa de Ávila: "Gusanos de seda somos, gusanillos que hilamos la seda de nuestras vidas y en el capullito de la seda nos encerramos para que el gusano muera y del capullo salga volando la mariposa". Todo idealismo es exagerado, necesita serlo. Y debe ser cálido su idioma, como si desbordara la personalidad sobre lo impersonal; el pensamiento sin calor es muerte, frío, carece de estilo, no tiene firma.
Jamás fueron tibios los genios y los héroes. Para crear una partícula de Verdad, de Virtud o de Belleza, se requiere un esfuerzo original y violento contra alguna rutina o prejuicio; como para dar una lección de dignidad hay que desgoznar algún servilismo. Todo ideal es, instintivamente, extremo; debe serlo a sabiendas, si es menester, pues pronto se rebaja al refractarse en la mediocridad de los más. Frente a los hipócritas que usurpan poderes civiles y mienten con viles objetivos, la exageración de los idealistas es, apenas, una verdad apasionada. La pasión es su atributo necesario, aun cuando parezca desviar de la verdad; lleva a la hipérbole, al error mismo; a la mentira nunca. Ningún ideal es falso para quien lo profesa: lo cree verdadero y coopera a su advenimiento, con fe, con desinterés. El sabio busca la Verdad por buscarla y goza arrancando a la naturaleza secretos para él inútiles o peligrosos. Y el artista busca también la suya, porque la Belleza es una verdad animada por la imaginación, más que por la experiencia. Y el moralista la persigue en el Bien, que es una recta lealtad de la conducta para consigo mismo y para con los demás. Tener un ideal es servir a su propia Verdad Siempre. Algunos ideales se revelan como pasión combativa y otros como pertinaz obsesión; de igual manera distínguense dos tipos de idealistas, según predomine en ellos el corazón o el cerebro. El idealismo sentimental es romántico: la imaginación no es inhibida por la crítica y los ideales viven de sentimiento. En el idealismo experimental los ritmos afectivos son encarrilados por la experiencia y la crítica coordina la imaginación: los ideales tórnanse reflexivos y serenos. Corresponde el uno a la juventud y el otro a la madurez. El primero es adolescente, crece, puja y lucha; el segundo es adulto, se fija, resiste, vence.
El idealista perfecto sería romántico a los veinte años y estoico a los cincuenta; es tan anormal el estoicismo en la juventud como el romanticismo en la edad madura. Lo que al principio enciende su pasión, debe cristalizarse después en suprema dignidad: ésa es la lógica de su temperamento. Sin embargo lo que si hay es mucha mediocridad. La mediocridad puede definirse como una ausencia de características personales que permitan distinguir al individuo en su sociedad. Ésta ofrece a todos un mismo fardo de rutinas, prejuicios y domesticidades; basta reunir cien hombres para que ellos coincidan en lo impersonal: "Juntad mil genios en un Concilio y tendréis el alma de un mediocre". Esas palabras denuncian lo que en cada hombre no pertenece a él mismo y que, al sumarse muchos, se revela por el bajo nivel de las opiniones colectivas.El régimén actual, la monarquía cainista, ha conseguido una vez más, a través de sus ladrones politicos, que los españoles sean mediocres y que todo destello de genialidad sea enterrado en el desprecio. El régimen es miedoso,cobarde y hurtador, teme por su continuidad, pues sabe que se ha llevado mucho y no ha ofrecido nada. Qué se puede esperar de un monarca que dice:"El recuerdo de Franco constituirá para mí una exigencia de comportamiento y de lealtad ...". Seguid votando, idealistas.
J.I.
"El sentido común es la cosa mejor repartida del mundo
porque todo el mundo cree poseerlo en cantidad suficiente." René Descartes.

LIBERTAD

-La filosofia de la libertad esta basada en la propiedad de uno mismo, esta simple pero elegante y contundente animacion la explicara exactamente. Esta es una gran herramienta que cualquiera puede usar para educar niños y adultos acerca del derecho a la vida, libertad y la capacidad de crear - y nuestra responsabilidad para pensar, hablar y actuar. La version en DVD de este video puede ser descargada gratis en: www.philosophyofliberty.blogspot.com CRÉDITOS AUTOR: Ken Schoolland schoolak001@hawaii.rr.com PRODUCTOR: Kerry Pearson (aka Lux Lucre) MÚSICA: Music2Hues www.music2hues.com WEBSITE: www.jonathangullible.com AYUDA: The Jonathan Gullible fund www.isil.org/tools/jonathan-gullible.html COPYRIGHT: www.creativecommons.org/licenses/by-nd-nc/1.0/ *

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La diferencia entre ser y estar La apariencia o la esencia, o ambas cosas

-NOTA DE VREDONDOF : me gusta leer tambien lo que se publica por mi tierra ( nunca fue una tierra de grandes "escribidores" ) y hay veces que lo que leo me gusta, como esta pequeña reflexion de M.A. Blanco

 aprendí hace muchos años y a pesar de la obviedad, me permitió eludir la “zancadilla” del un viejo tópico:  “los árboles no te dejan ver el bosque”. Me lo contó un sabio por edad y conocimiento en Salamanca, a título personal, y nunca lo olvidaré.


Según el ya fallecido catedrático de lingüística,  los verbos copulativos ser y estar son dos en nuestro idioma (uno sólo en inglés, el verbo ‘to be’) ya que tienen una diferencia básica, delimitada por una inusual palabra: la tempestividad. Me lo expuso con un gran ejemplo: cuando decimos que “el jarrón está bonito”, nos referimos a un estado transitorio de este objeto, algo que antes o más tarde va a terminar. En cambio, si decimos “el jarrón es bonito” le otorgamos una condición imperecedera. Lo es siempre.


Esta reflexión puede (y sólo puede) parecer sencilla y sin gran aportación, pero sirve de mapa existencial en nuestras propias vidas. Trasladado a la realidad de la calle podríamos decir que vivimos en una sociedad en la que se premia el estar en el momento adecuado en el lugar adecuado. No se valora ser lo adecuado, sólo importa estar.  En consecuencia:  las personas estamos (parecemos) y no solemos ser lo que soñamos (ser por mérito y esfuerzo). Esta “disfunción” entre lo que hacemos y lo que soñamos se puede resumir en una gran frase:  “la vida es aquello que ocurre mientras tú tienes otros planes”. Esta diferenciación entre ser y estar tiene su raíz en la propia historia del pensamiento y surgió del vuelco entre ética y estética que sufrimos hace cinco siglos y que ahora tiene como consecuencia la pérdida de valores.

Cuando en el año 1500 (aproximadamente) comenzó a decirse que la tierra giraba alrededor del sol (Nicolás Copérnico), el hombre, regido desde hacía siglos por la filosofía y sus “derivados” (ética), dejó de confiar en ello para comenzar el camino de la ciencia, lo tangible (estética). De ahí los “grandes avances”. Desde entonces viajamos a toda velocidad por la autopista de lo que se puede ver, oír, tocar, oler y saborear.  Cinco siglos después (uno por sentido) y con todo lo necesario al alcance de muchos no parecemos saciados en nuestras necesidades. ¿Por qué? Pues porque “estar” nunca lo fue todo. También hay que ser, o quizá mejor: primero hay que ser. Si quieres sacar de ti lo mejor tienes que “ser” tu mismo/a. Por cierto, te aconsejo que lo hagas porque por ese camino puedes “estar” bien tranquilo/a.
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El autor de esta entrada / articulo es :


La apariencia o la esencia, o ambas cosas por Miguel A. Blanco.
Actualizado el 17/10/2011

PUBLICADO en DIARIO DEL BIERZO.COM 
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Si te ha gustado lo mejor que debes hacer es ir a su blog/pagina.
En mi blog no puedes dejar comentarios , pero si en el del autor.
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 HA ENTRADO EN el BLOG/ARCHIVO de VRedondoF. Soy un EMPRESARIO JUBILADO que me limito al ARCHIVO de lo que me voy encontrando "EN LA NUBE" y me parece interesante. Lo intento hacer de una forma ordenada/organizada mediante los blogs gratuitos de Blogger. Utilizo el sistema COPIAR/PEGAR, luego lo archivo. ( Solo lo  INTERESANTE según mi criterio). Tengo una serie de familiares/ amigos/ conocidos (yo le llamo "LA PEÑA") que me animan a que se los archive para leerlo ellos después. Los artículos que COPIO Y PEGO EN MI ARCHIVO o RECOPILACIÓN (cada uno que le llame como quiera) , contienen opiniones con las que yo puedo o no, estar de acuerdo. Cuando incorporo MI OPINION, la identifico CLARAMENTE, con la unica pretension de DIFERENCIARLA del articulo original. 
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Mi correo electronico es vredondof(arroba)gmail.com por si quieres que publique algo o hacer algun comentario.
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Dios desaparecerá con el último de los hombres



Sin duda, la proclama de la muerte de Dios fue tan estrepitosa como falsa… Con trompetas, anuncios teatrales y redoble de tambores, nos alegramos demasiado pronto. La época se hunde bajo un cúmulo de información tomado como la palabra válida de los nuevos oráculos, y triunfa la abundancia en perjuicio de la calidad y la veracidad; nunca tantas informaciones falsas fueron celebradas como otras tantas verdades reveladas. Para poder comprobar la muerte de Dios, serían necesarios indicios, certidumbres, y pruebas.
Pues bien, todo ello falta…
¿Quién vio el cadáver? Además de Nietzsche, y aun así… A la manera del cuerpo del delito en Ionesco, habríamos padecido su presencia, y su ley nos habría invadido, contagiado e infestado, se habría descompuesto poco a poco, días tras día, y no habríamos dejado de asistir a una verdadera descomposición real, también en el sentido filosófico de la palabra. En lugar de eso, el Dios invisible mientras vivía, seguía siendo invisible después de muerto. Consecuencias del anuncio… Todavía esperamos las pruebas. ¿Pero quién nos las podrá dar? ¿Quién será el nuevo insensato para tarea tan imposible?
Porque Dios no está muerto ni agonizante, al contrario de lo que pensaban Nietzsche y Heine. Ni muerto ni agonizante, porque no es mortal. Las ficciones no mueren, las ilusiones tampoco; un cuento para niños no se puede refutar. Ni el hipogrifo ni el centauro están sometidos a la ley de los mamíferos. Un pavo real, un caballo, sí; un animal del bestiario mitológico, no. Ahora bien, Dios proviene del bestiario mitológico como miles de otras criaturas que aparecen en los diccionarios en innumerables entradas, entre Deméter y Discordia. El suspiro de la criatura oprimida durará tanto como la criatura oprimida, tanto como decir siempre…
Por otra parte, ¿dónde moriría? ¿En La gaya ciencia! ¿Asesinado en Sils-Maria por un filósofo inspirado, trágico y sublime, atormentado, despavorido, en la segunda mitad del siglo XIX? ¿Con qué arma? ¿Un libro, varios libros, una obra?
¿Imprecaciones, análisis, demostraciones y refutaciones? ¿Por medio de ataques ideológicos bruscos y violentos? El arma blanca de los escritores… El asesino, ¿solo? ¿Emboscado? ¿En banda, con el abate Meslier y Sade como abuelos tutelares? Si Dios existiera, ¿no sería su asesino un Dios superior? y ese falso crimen, ¿no ocultaría deseos edípicos, ganas imposibles, irreprimibles aspiraciones vanas por llevar a cabo una tarea necesaria para generar libertad, identidad y sentido?
No se mata un soplo, un viento, un olor, no se matan los sueños ni las aspiraciones. Dios, forjado por los mortales a su imagen hipostasiada, sólo existe para facilitar la vida cotidiana a pesar del camino que cada cual ha de recorrer hacia la nada. Puesto que los hombres han de morir, parte de ellos no podrá soportar esa idea e inventará todo tipo de subterfugios. No se puede asesinar un subterfugio, no es posible matarlo. Más bien, será él quien nos mate; pues Dios elimina todo lo que se le resiste. En primer lugar, la Razón, la Inteligencia, el Espíritu Crítico. El resto sigue por reacción en cadena…


El último de los dioses desaparecerá con el último de los hombres. Y con él, el miedo, el temor, la angustia, esas máquinas de crear divinidades. El terror ante la nada, la incapacidad para integrar la muerte como un proceso natural e inevitable con el que hay que transigir, ante el cual sólo la inteligencia puede producir efectos y, del mismo modo, la negación, la ausencia de sentido fuera del que otorgamos, el absurdo a priori, éstos son los conjuntos genealógicos de lo divino. Dios muerto supondría la nada domesticada. Estamos a años luz de un progreso ontológico como ése.
Onfray Michel - Tratado De Ateologia

Dios desaparecerá con el último de los hombres




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El optimismo como herramienta personal y profesional

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El autor de esta entrada / articulo es :

El optimismo como herramienta personal y profesional

- -Sara Mariner Ferrís
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Tres generaciones en crisis



Voy a comparar la vida de tres generaciones enfrentadas a sus crisis: la de los abuelos, que abarca de la posguerra a la Transición. La mía, que es la que va de Fórmula V hasta la entrada de España en el Mercado Común, y la actual, que abarca desde entonces hasta internet.


La generación de la posguerra daba gracias por todo porque lo había perdido todo. Tener un trabajo era una bendición, como lo era poder comer tres veces al día y vivir sin la cartilla de racionamiento. Era la generación de los sobres: un sobre para la letra del piso, otro para la cesta de la compra, para el colegio de los chicos… El coche llegó tan tarde que la gente se sacaba el carné a la edad en la que ahora pensamos en el plan de pensiones. El televisor había que pagarlo en cinco años o más. Los recién casados se iban de vacaciones a Madrid o Barcelona, y casi nadie conocía otro país que el suyo propio.

Era una generación que quería dejar algo a los hijos pues cualquier día podría sobrevenir una catástrofe: el piso, las acciones de Telefónica y el álbum de sellos. Para aquella generación, la vida consistía en trabajar mucho, gastar lo justo, salir pronto de las deudas y ahorrar por si las moscas. Vivieron unos años tan duros, que ahora se les reconoce en la calle porque, cuando hay huelga de transportistas, corren al mercado a por lentejas, latas de atún y leche porque “esto es como en la Guerra”.

Gracias a ellos, mi generación conoció las mesas llenas de comida y la frase más común era: “Cómete todo porque tú no sabes lo que es pasar hambre”. Nos “jartaron” de sopa cubierta, pescadillas, filetes de ternera, cocidos de todas las regiones (madrileño, lebaniego, pote asturiano). Pero no tres sino ¡cuatro veces al día! Porque a la hora de la merienda nos enchufaban bocadillos de sobrasada, de chorizo, de pan con leche condensada (había una versión a la que se le añadía colacao), y había gente que merendaba unos bocadillos como el antebrazo de un albañil. Comer, comer, comer… Había que dejar el plato limpio y los pescaos en las raspas porque de lo contrario, uno estaba insultando la memoria de la Guerra Civil, y se iba a la cama con tantos remordimientos que se imponía ya tres avemarías automáticos.

Mi generación conoció lo que es salir con la familia a los restaurantes los domingos después de misa, (“al nene, una tortilla francesa o filete con patatas”), y en verano, uno visitaba Benidorm y sentía como si hubiese estado en el extranjero.

Esa misma generación mía fue la que, mientras sufría la crisis económica en la Transición, se rebeló en las universidades, pegó carteles, gritó consignas, discutió con sus padres de política, atacó a Estados Unidos mientras compraba discos de Crosby, Stills, Nash & Young, pero al final de esa larga jornada de lucha, siempre nos esperaba una mesa llena de calamares, sobrasada, filetes de lomo y Casera, como muestra la serie “Cuéntame cómo pasó”.

Nuestros padres, en su mayoría, no eran de una generación rebelde porque con tener un piso donde caer muertos y un caldo calentito, ya era una gran rebeldía contra el hambre de la posguerra.“¡Burgueses! ¡Reaccionarios! ¿Dónde están los ideales?”, exclamábamos nosotros. “En la olla express, bonito, acompañados de esa morcilla que tanto te gusta”, decían ellos.

Como estos argumentos nos revolvían el estómago, al final huíamos de esa dictadura gastronómica, viajábamos a otros países, trabajábamos de camareros en verano, ¡que sabrán nuestros viejos lo que es currar duro!, y nos curtíamos en la escuela de la guerra de la vida. Luego nos casábamos y pasábamos la luna de miel en Portugal para traer la cubertería de plata ¿Benidorm? Puaj. Y a la hora de comprar un piso, bueno sí, una ayudita de los padres o los suegros, pero pequeña, ¿eh? “Y que conste don Manuel que se la voy a devolver con el sudor de mi frente”.

Ah, y nosotros sí educaríamos a nuestros hijos con los valores de la libertad y el diálogo, nos confesarían todo y seríamos sus colegas, eso que nunca fueron nuestros padres. Dictadores.

Si la generación de nuestros padres fue la de los sobres, la de ahora es la de las “sobras”. Sobran platos de comida que se tiran al cubo de basura sin el remordimiento por el hambre de la posguerra. Sobran coches en las casas. Sobran salidas de copas, porque los fines de semana comienzan los jueves por la noche. Y sobra coca cola a la hora de comer.

Ya cuando eran críos, uno iba al restaurante, y en lugar de tortilla francesa, los mocosos exclamaban: “A mí, una ración de pata negra. Y la carne, lomo alto argentino, por supuesto, al punto si puede ser”.

Lo del diálogo con los hijos salió torcido porque no les interesa hablar de política pero sí del Madrid o del Barça. No está mal. Menos peleas. Hay tanto diálogo que los chicos no se van de casa ni aunque pierdan el Madrid o el Barça cien veces seguidas.

Es una generación que se casa y viaja a Bali o a Punta Cana. Cosa inexplicable porque el piso en el que se meten cuesta, en proporción, más que el de sus padres. En los años cincuenta se terminaban de pagar los pisos entre 10 y 15 años. En los ochenta entre 15 y 20 años. Y ahora, les hacen firmar una hipoteca de 35 a 50 años.

 Por eso, para compensar gastos se van a Ikea y MediaMarkt, llenan la casa de trastos en un día, y en lugar de un niño tienen dos periquitos.

Ahora, a esa generación también le ha llegado la crisis. A los de la posguerra, con sus pensiones y sus casas ya pagadas, esto les parece grave pero no tan grave como las cartillas de racionamiento.Para mi generación, esto nos recuerda los años del paro y la crisis en la Transición, que parecían no tener fin.

Como es la primera vez que esto pilla a la generación del móvil e internet, se han quedado traspuestos. No hay empleo, no hay dinero, no hay futuro. Así de pronto. 

¿Es el fin? No, porque dos generaciones ya la conocieron a su modo. Bienvenidos a la mesa. Os estábamos esperando para cenar.

(Este texto lo publiqué en el diario El Mundo (suplemento de Mercados) en marzo de 2009. Lo republico porque creo que sigue teniendo interés para esta generación, para el 15M y para el que se sienta frustrado. Todo pasa. Las palabras quedan).
(Mi Twitter para los que no han perdido la esperanza:
http://twitter.com/#!/ojomagico
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El autor de esta entrada / articulo es :
Tres generaciones en crisisde zoomboomcrash 
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