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NOTA DE VREDONDOF :

ESTE ARTICULO A MI ME PARECIO MUY INTERESANTE , PERO ME HA COSTADO MUCHO "LLEGAR A LOS CONCEPTOS" , NO SE SI POR QUE A MIS 63 AÑOS YA PATINA UN POCO MI CABEZA , O BIEN PORQUE EL AUTOR TIENE UN NIVEL ... O QUE ESCRIBE PARA UN NIVEL DE PERSONAS CON UN INTELECTO MUY ELEVADO.

En cualquier caso merece la pena leerlo (con MUCHA ATENCION para enterarse ....)
La conclusion que saque en la 3ª leida que le di , fue que se puede DECIR LO MISMO con el 10 de palabras y utilizando un "estilo mas pegado a la tierra".

LOS ESPAÑOLES NO SON IDEALISTAS. EN LA MEDIOCRIDAD SE ENCUENTRAN A GUSTO

El perfeccionamiento humano se efectúa con ritmo diverso en las sociedades y en los individuos. Los más poseen una experiencia sumisa al pasado: rutinas, prejuicios, domesticidades. Pocos elegidos varían, avanzando sobre el porvenir; al revés de Anteo, que tocando el suelo cobraba alientos nuevos, los toman clavando sus pupilas en las constelaciones lejanas y de apariencia inaccesible. Esos hombres, predispuestos a emanciparse de su rebaño, buscando alguna perfección más allá de lo actual, son los "idealistas". La unidad del género no depende del contenido intrínseco de sus ideales sino de su temperamento: se es idealista persiguiendo las quimeras más contradictorias, siempre que ellas impliquen un sincero afán de enaltecimiento. Cualquiera. Los espíritus afiebrados por algún ideal son adversarios de la mediocridad: soñadores contra los utilitarios, entusiastas contra los apáticos, generosos contra los calculistas, indisciplinados contra los dogmáticos. Son alguien o algo contra los que no son nadie ni nada. Todo idealista es un hombre cualitativo: posee un sentido de las diferencias que le permite distinguir entre lo malo que observa, y lo mejor que imagina. Los hombres sin ideales son cuantitativos; pueden apreciar el más y el menos, pero nunca distinguen lo mejor de lo peor. Sin ideales sería inconcebible el progreso. El culto del "hombre práctico", limitado a las contingencias del presente, importa un renunciar a toda imperfección. El hábito organiza la rutina y nada crea hacia el porvenir; sólo de los imaginativos espera la ciencia sus hipótesis, el arte su vuelo, la moral sus ejemplos, la historia sus páginas luminosas.
Son la parte viva y dinámica de la humanidad; los prácticos no han hecho más que aprovecharse de su esfuerzo, vegetando en la sombra. Todo porvenir ha sido una creación de los hombres capaces de presentirlo, concretándolo en infinita sucesión de ideales. Más ha hecho la imaginación construyendo sin tregua, que el cálculo destruyendo sin descanso. La excesiva prudencia de los mediocres ha paralizado siempre las iniciativas más fecundas. Y no quiere esto decir que la imaginación excluya la experiencia: ésta es útil, pero sin aquélla es estéril. Los idealistas aspiran a conjugar en su mente la inspiración y la sabiduría; por eso, con frecuencia, viven trabados por su espíritu crítico cuando los caldea una emoción lírica y ésta les nubla la vista cuando observan la realidad. Del equilibrio entre la inspiración y la sabiduría nace el genio. En las grandes horas de una raza o de un hombre, la inspiración es indispensable para crear; esa chispa se enciende en la imaginación y la experiencia la convierte en hoguera. Todo idealismo es, por eso, un afán de cultura intensa: cuenta entre sus enemigos más audaces a la ignorancia, madrastra de obstinadas rutinas.
La humanidad no llega hasta donde quieren los idealistas en cada perfección particular; pero siempre llega más allá de donde habría ido sin su esfuerzo. Un objetivo que huye ante ellos se convierte en estímulo para perseguir nuevas quimeras. Lo poco que pueden todos, depende de lo mucho que algunos anhelan. La humanidad no poseería sus bienes presentes si algunos idealistas no los hubieran conquistado viviendo con la obsesiva aspiración de otros mejores.
En la evolución humana, los ideales se mantienen en equilibrio inestable. Todo mejoramiento real es precedido por conatos y tanteos de pensadores audaces, puestos en tensión hacia él, rebeldes al pasado, aunque sin la intensidad necesaria para violentarlo; esa lucha es un reflujo perpetuo entre lo más concebido y lo menos realizado. Por eso los idealistas son forzosamente inquietos, como todo lo que vive, como la vida misma; contra la tendencia apacible de los rutinarios, cuya estabilidad parece inercia de muerte. Esa inquietud se exacerba en los grandes hombres, en los genios mismos si el medio es hostil a sus quimeras, como es frecuente sobre todo en España. No agita a los hombres sin ideales, informe argamasa de humanidad.
Toda juventud es inquieta. El impulso hacia lo mejor sólo puede esperarse de ella: jamás de los enmohecidos y de los seniles. Y sólo es juventud la sana e iluminada, la que mira al frente y no a la espalda; nunca los decrépitos de pocos años, prematuramente domesticados por las supersticiones del pasado: lo que en ellos parece primavera es tibieza otoñal, ilusión de aurora que es ya un apagamiento de crepúsculo.
Sólo hay juventud en los que trabajan con entusiasmo para el porvenir; por eso en los caracteres excelentes puede persistir sobre el apeñuscarse de los años. Nada cabe esperar de los hombres que entran a la vida sin afiebrarse por algún ideal; a los que nunca fueron jóvenes, paréceles descarriado todo ensueño. Y no se nace joven: hay que adquirir la juventud. Y sin un ideal no se adquiere.
Los idealistas suelen ser esquivos o rebeldes a los dogmatismos sociales que los oprimen. Resisten la tiranía del engranaje político nivelador, aborrecen toda coacción del sistema, sienten el peso de los honores con que se intenta domesticarlos y hacerlos cómplices de los intereses creados, dóciles maleables, solidarios, uniformes en la común mediocridad.
Las fuerzas conservadoras que componen el subsuelo social pretenden amalgamar a los individuos, decapitándolos; detestan las diferencias, aborrecen las excepciones, anatematizan al que se aparta en busca de su propia personalidad. El original, el imaginativo, el creador no teme sus odios: los desafía, aun sabiéndolos terribles porque son irresponsables y asesinos como ultima solución. Por eso todo idealista es una viviente afirmación del individualismo, aunque persiga una quimera social; puede vivir para los demás, nunca de los demás. Su independencia es una reacción hostil a todos los dogmáticos. Concibiéndose incesantemente perfectibles, los temperamentos idealistas quieren decir en todos los momentos de su vida, como Don Quijote: "yo sé quién soy". Viven animados de ese afán afirmativo. En sus ideales cifran su ventura suprema y su perpetua desdicha. En ellos caldean la pasión, que anima su fe; esta, al estrellarse contra la realidad social, puede parecer desprecio, aislamiento, misantropía: la clásica "torre de marfil" reprochada a cuantos se erizan al contacto de los obtusos. Diríase que de ellos dejó escrita una eterna imagen Teresa de Ávila: "Gusanos de seda somos, gusanillos que hilamos la seda de nuestras vidas y en el capullito de la seda nos encerramos para que el gusano muera y del capullo salga volando la mariposa". Todo idealismo es exagerado, necesita serlo. Y debe ser cálido su idioma, como si desbordara la personalidad sobre lo impersonal; el pensamiento sin calor es muerte, frío, carece de estilo, no tiene firma.
Jamás fueron tibios los genios y los héroes. Para crear una partícula de Verdad, de Virtud o de Belleza, se requiere un esfuerzo original y violento contra alguna rutina o prejuicio; como para dar una lección de dignidad hay que desgoznar algún servilismo. Todo ideal es, instintivamente, extremo; debe serlo a sabiendas, si es menester, pues pronto se rebaja al refractarse en la mediocridad de los más. Frente a los hipócritas que usurpan poderes civiles y mienten con viles objetivos, la exageración de los idealistas es, apenas, una verdad apasionada. La pasión es su atributo necesario, aun cuando parezca desviar de la verdad; lleva a la hipérbole, al error mismo; a la mentira nunca. Ningún ideal es falso para quien lo profesa: lo cree verdadero y coopera a su advenimiento, con fe, con desinterés. El sabio busca la Verdad por buscarla y goza arrancando a la naturaleza secretos para él inútiles o peligrosos. Y el artista busca también la suya, porque la Belleza es una verdad animada por la imaginación, más que por la experiencia. Y el moralista la persigue en el Bien, que es una recta lealtad de la conducta para consigo mismo y para con los demás. Tener un ideal es servir a su propia Verdad Siempre. Algunos ideales se revelan como pasión combativa y otros como pertinaz obsesión; de igual manera distínguense dos tipos de idealistas, según predomine en ellos el corazón o el cerebro. El idealismo sentimental es romántico: la imaginación no es inhibida por la crítica y los ideales viven de sentimiento. En el idealismo experimental los ritmos afectivos son encarrilados por la experiencia y la crítica coordina la imaginación: los ideales tórnanse reflexivos y serenos. Corresponde el uno a la juventud y el otro a la madurez. El primero es adolescente, crece, puja y lucha; el segundo es adulto, se fija, resiste, vence.
El idealista perfecto sería romántico a los veinte años y estoico a los cincuenta; es tan anormal el estoicismo en la juventud como el romanticismo en la edad madura. Lo que al principio enciende su pasión, debe cristalizarse después en suprema dignidad: ésa es la lógica de su temperamento. Sin embargo lo que si hay es mucha mediocridad. La mediocridad puede definirse como una ausencia de características personales que permitan distinguir al individuo en su sociedad. Ésta ofrece a todos un mismo fardo de rutinas, prejuicios y domesticidades; basta reunir cien hombres para que ellos coincidan en lo impersonal: "Juntad mil genios en un Concilio y tendréis el alma de un mediocre". Esas palabras denuncian lo que en cada hombre no pertenece a él mismo y que, al sumarse muchos, se revela por el bajo nivel de las opiniones colectivas.El régimén actual, la monarquía cainista, ha conseguido una vez más, a través de sus ladrones politicos, que los españoles sean mediocres y que todo destello de genialidad sea enterrado en el desprecio. El régimen es miedoso,cobarde y hurtador, teme por su continuidad, pues sabe que se ha llevado mucho y no ha ofrecido nada. Qué se puede esperar de un monarca que dice:"El recuerdo de Franco constituirá para mí una exigencia de comportamiento y de lealtad ...". Seguid votando, idealistas.
J.I.
"El sentido común es la cosa mejor repartida del mundo
porque todo el mundo cree poseerlo en cantidad suficiente." René Descartes.

LIBERTAD

-La filosofia de la libertad esta basada en la propiedad de uno mismo, esta simple pero elegante y contundente animacion la explicara exactamente. Esta es una gran herramienta que cualquiera puede usar para educar niños y adultos acerca del derecho a la vida, libertad y la capacidad de crear - y nuestra responsabilidad para pensar, hablar y actuar. La version en DVD de este video puede ser descargada gratis en: www.philosophyofliberty.blogspot.com CRÉDITOS AUTOR: Ken Schoolland schoolak001@hawaii.rr.com PRODUCTOR: Kerry Pearson (aka Lux Lucre) MÚSICA: Music2Hues www.music2hues.com WEBSITE: www.jonathangullible.com AYUDA: The Jonathan Gullible fund www.isil.org/tools/jonathan-gullible.html COPYRIGHT: www.creativecommons.org/licenses/by-nd-nc/1.0/ *

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La vergüenza del burka

La vergüenza del burka: "
El gobierno francés está dispuesto a eliminar el burka en los lugares públicos con multas de hasta 750 euros. La opinión de HdH respecto al burka es que lo considero denigrante, humillante, vergonzoso… (podéis añadir todos los calificativos que se os ocurran).


Colaboración del humorista gráfico José Julio, podéis ver más trabajos en Siglo XXI
"
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Borges y la ignorancia - ElConfidencial.com

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y2a -Un campesino, su caballo y su perro

"Se comenta que hace mucho tiempo un campesino, su caballo y su perro caminaban lentamente por una calle polvorienta. Después de un largo recorrido el hombre se “dio cuenta” de que los tres habían muerto en accidente.

Todos sentían la fatiga por la extensa travesía realizada cuesta arriba, y estaban sedientos. Quiso el destino que en una curva muy iluminada encontraran un portón de mármol que permitía ver una fuente de donde brotaba agua fresca y cristalina.

El caminante se dirigió al guardia que cuidaba la entrada y con su garganta secan dijo:

– 
¡Qué hermoso lugar! ¿A dónde hemos llegado, amigo?
– 
Esto es el cielo, respondió el portero.

– 
¡Qué suerte! –exclamó el visitante–. Tenemos mucha sed, ¿podemos pasar?
– Usted puede entrar y beber a su gusto, indicó el cuidador señalando a la fuente.

– 
También mi caballo y mi perro necesitan agua urgente, agregó el labriego.

– 
Lo lamento mucho. Aquí no se permite la entrada de animales, concluyó el guardián.

El hombre se sintió muy desafortunado. Realmente tenía mucha sed. Sin embargo, alcanzó “darse cuenta” que no podía abandonar a sus amigos. Era incapaz de salvarse solo, dejando a sus acompañantes sin ayuda. Decidió no beber y seguir la marcha junto a sus compañeros.

Con la sensación dolorosa que le proporcionaba su sed y la enorme fatiga, llegaron al rato a un nuevo sitio. Aquí la puerta estaba semiabierta y permitía ver un sendero bordeado de flores y buena sombra. Un hombre se encontraba recostado, como dormitando, son un sombrero inclinado sobre los ojos.

– 
Buen día, saludó el caminante. Estamos con mucha sed; mi caballo, mi perro y yo hemos hecho una larga travesía.
– 
Buenos días, devolvió el saludo solícito el hombre sacándose el sombrero. Hay una fuente en aquellas piedras, el agua es excelente y pueden beber a voluntad.
Los tres saciaron sus necesidades y al retirarse el hombre agradeció:

– 
Muchas gracias. ¡Qué bien nos sentimos, parece nuestra casa!
– 
Por favor, vengan cuando quieran.
– A propósito, ¿cuál es el nombre de este lugar?
– 
Cielo.
– 
¿Cielo? Pero si el guarda del portón de mármol me dijo lo mismo.
– 
No amigo, aquello es el infierno.
– 
Sin embargo, esta información falsa debe estar creando serios problemas de comunicación entre los visitantes, terribles confusiones.
 Todo lo contrario, le explicó el hombre. El infierno nos hace un gran favor. Allá quedan aquellos que son capaces de abandonar a sus amigos por salvarse."
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y2a -¿Cómo se diría «hijoputa» en Inglaterra?

¿Cómo se diría «hijoputa» en Inglaterra?: "
En otras ocasiones hemos hablado de cómo influyen las diferencias culturales en las relaciones personales y en el mundo de los negocios (ver posts: 'El dilema del peatón' y 'Diferencias culturales: el Second Act') y hemos citado y recomendado el libro 'Riding the waves of culture. Understanding cultural diversity in business' de Fons Trompenaars. Ayer mismo, incluso, con el Director Comercial de LID Editorial, Pedro García-Romeral, charlábamos sobre esta misma cuestión.

Tengo buenos amigos británicos, y lo mejor, algunos de ellos con doble nacionalidad que comprenden lo que pasa por la mente británica y española al mismo tiempo. Es muy interesante analizar cómo afectan las diferencias culturales a las relaciones personales. De hecho, como en una ocasión me contaba la antigua embajadora del Reino Unido en España, Denise Holt, 'lo más complicado para mí es conseguir que dos culturas fuertes, independientes y con largas historias a sus espaldas se entiendan. Actuar como intérprete de dos sistemas: el británico y el español'. Un embajador, en definitiva, debe ser correa de transmisión de mensajes y noticias adaptándolas a cada cultura para que no den lugar a malentendidos y conflictos.

Hoy mismo un buen amigo, con doble nacionalidad (british y española) me hacía llegar un artículo publicado en el ABC el pasado día 6 de febrero y firmado por Tristan Garel-Jones con el siguiente título: '¿Cómo se diría «hijoputa en Inglaterra»?'. Lo reproduzco, no tiene desperdicio:

'Tengo la gran fortuna de vivir con un pie en España y un pie en el Reino Unido. En general puedo afirmar que casi todo lo que es malo en Inglaterra es positivo en España. Y viceversa. Los contrastes culturales, además, enriquecen y amplían horizontes. Por ejemplo, hace unos días quise bajar de mi coche en una calle madrileña para sacar dinero de un cajero automático. No había un solo sitio para aparcar. Vi una vigilante de coches: «Señorita, le importaría que me baje un momentito del coche para sacar dinero del cajero allí en la esquina, son dos minutos». «No se preocupe, señor. Yo le vigilo el coche». En Londres con sólo preguntar, ¡te ponen una multa de cien libras!

El nivel de paro que padece España en este momento supondría motines callejeros en Inglaterra. Muchas veces me preguntan ¿cómo aguantan los españoles estos niveles de desempleo? Pienso que una de las razones puede ser que en España todavía existen apoyos familiares superiores a los de mi país. Aquí todavía hay mucha gente que habla de su pueblo y conozco ejemplos de personas jóvenes que se han quedado sin trabajo y han vuelto al pueblo donde o bien sus padres o sus abuelos pueden ofrecer una protección, un apoyo e incluso la posibilidad de ayudar en algunas tareas de campo. Estos apoyos están muy diluidos en Inglaterra. Nadie habla de su pueblo. Esa válvula de escape que es la familia apenas existe en Inglaterra. De ahí que el líder del partido Conservador David Cameron se refiera a la sociedad inglesa como «una sociedad rota».

He seguido con interés la polémica sobre el «soit disant» insulto proferido por Esperanza Aguirre hacia una persona no identificada. No me parece tan grave. Es más, la indignación que se refleja en muchos medios alcanza niveles de hipocresía casi británicos. Uno de los contrastes más interesantes entre ingleses y españoles es precisamente entre la hipocresía británica y la manera directa, brutal, en que se expresan los españoles.

«Do you really think so?» traducido al español es «No seas gilipollas». «Thank you SO much» según el tono puede traducirse como «Váyase usted a la mierda». En nuestro Parlamento la frase «The Right Honorouble and learned Gentleman is, if I may say so, no doubt unintentionally, misleading the House» sería en las Cortes «El señor diputado está mintiendo». Nuestra prensa también participa en esta hipocresía institucional. Si por algún motivo tienen necesidad, (solamente por reflejar lo dicho por algún mal educado) de emplear las «four letter words» (es decir «joder» o «coño») siempre lo imprimen como «f--k» o «c--t».

España no es así. Me acuerdo de ver una vez cómo se sacaba una imagen de la Virgen María por el portal de una iglesia. Un hombre dirigía la delicada operación mientras los costaleros maniobraban la estatua por la puerta, «¡Baja, coño, que vais a joder a la Virgen!». Los ingleses han elevado la hipocresía lingüística a nivel de un arte. Los españoles se expresan de una manera más directa.

Personalmente no me choca ni una ni otra. Lo que me daría pena sería que los españoles empezasen a caer en la hipocresía británica y los británicos en la brutalidad española. ¿Qué queremos? Que Esperanza diga «I must say I do think he´s a bit of a so and so». Todos los políticos tienen enemigos (¡normalmente dentro de su partido!) y a quienes la critican por hablar como una española, yo les digo de la manera más directa que permite la lengua inglesa en letra impresa: «F--K OFF!».
"
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s2t2 -Pregunto; luego existo. Una reflexión de Marcial Losada


Pregunto; luego existo. Una reflexión de Marcial Losada

http://thumbs.dreamstime.com/thumb_352/12315422074KEOb5.jpgMarcial Losada, de cuyo poderoso trabajo me he referido en varias oportunidades,  me ha enviado unas reflexiones y he obtenido su autorización para publicarlo en este blog.
Como siempre, Marcial no se refiere a un deber ser o una técnica, sino que liga su pregunta al tipo de vida que queremos tener, una vida que languidece, o una que florece, y desde su reflexión basada en su modelo, nos entrega prácticas orientaciones para vivir una vida en que podamos florecer
Espero que disfruten su lectura como yo lo he hecho
¿Se han fijado lo poco que la gente pregunta? 
Vivimos metidos en nosotros mismos de tal manera que llegamos a creer que nuestros cuentos lo cuentan todo. 


Hace algun tiempo, desarrollé un modelo que indica, entre otras cosas, que la gente que florece equilibra el tener respuestas con el hacer preguntas. Si me quedo en la respuestas, me quedo donde estoy, no aprendo nada nuevo. Por otro lado, si sólo hago preguntas, nadie se entera de lo que pienso y aunque puedo aprender mucho, mi conocimiento se pierde en mi mismo. 


Pero la condición que nos mantiene encadenados no es el tener un exceso de preguntas, sino el tener demasiadas malas respuestas. Digo “malas” porque las respuestas sin preguntas son como una planta sin agua; al final se marchita y muere. De hecho, he llamado esta condición el “languidecer”. Las estadisticas muestran que la mayoría de nosotros está languideciendo. Sólo una persona en cinco florece. 
Los que florecen no sólo equilibran el indagar con el persuadir, sino que también son capaces de tomar tanto en cuenta las necesidades de los demás como las propias. Viven de acuerdo a la norma universal: “ama al prójimo como a ti mismo”. Ahora sabemos que esta norma está apoyada por la ciencia. No era sólo un buen consejo, era un dato. 
Los que florecen son capaces de ver al menos tres cosas que estan bien en las personas con quienes se relacionan por cada una que está mal. No solo ven tres buenas por cada mala, sino que además son capaces de comunicar a los demás lo bueno que ven en ellos y también denotar lo que no está bien. 
¿Cuantos de nosotros se traga lo que vemos de bueno en los demás? Hasta me atrevería a decir que parece ser un mal endémico de los chilenos, pero lo he visto en tantas otras partes que tal vez sea una condición de la humanidad. 
Mi amigo, el filósofo finlandés Esa Saarinen, habla del “holding back”, del “retener”.  No es saludable el retener lo que no nos pertenece. Lo bueno de los demás no es sólo para ser visto, sino para ser compartido. Piensen como este mundo cambiaría si dejáramos de retener. Y lo mejor es que puedo empezar mañana mismo. No necesito ni terapia ni coaching.
 También los que florecen tienen mayor facilidad para conectarse con los demás. O mejor dicho; los que se conectan con los demás tienen mas chance de florecer. Es difícil florecer solo. Alguien tiene que notar mi existencia, preocuparse de mi, acariciarme. Yo necesito también alguien a mi lado, alguien a quien contarle lo que pasa, alguien al que pueda tocar en el silencio. 
Le preguntaron una vez a un pianista famoso qué lo diferenciaba de los demás pianistas. El dijo: “Todos tocamos las mismas notas, pero no hacemos los mismos silencios.” El silencio es elocuente, especialmente si se acompaña de un abrazo.


 Languidecer es un modo de no existir, por eso he titulado estos pensamientos “pregunto, luego existo”, porque al empezar a preguntar abro la primera ventana de la oscura prisión donde yo, tal vez sin quererlo, me encerré a mi mismo. Es muy simple: para hacer buenas preguntas no tengo que tratar de lucirme, sino de dejar lucirse a los demás.


Gracias Marcial por estas iluminadoras y prácticas reflexiones
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Schadenfreude:



Schadenfreude

Un compañero de trabajo me habló ayer a mediodía, mientras íbamos a almorzar con otros amigos, una construcción verbal inquietante que tiene su origen en la lengua alemana y que se utiliza en Estados Unidos, sobre todo en el ámbito político. Schadenfreude. Significa Alegría por el Mal Ajeno. Los norteamericanos no lo han traducido, lo dicen así: Schadenfreude. Allí se utiliza para nombrar la inquina que se produce tantas veces en los territorios de la política. Obviamente, sirve para la vida entera. Desear el mal ajeno no es exclusivo de la política o del fútbol, donde parece hasta legítimo. Se practica en el ambiente literario, en los medios de comunicación, en las universidades, en las empresas, hasta en las familias. Y se manifiesta con distintos sentimientos: la envidia, el odio, el rencor; sirve para tachar o para eliminar, y apela a los peores sentimientos que anidan en el pozo, y en el poso, del ser humano. Alguna vez lo he escrito aquí: esta Schadenfreude forma parte de la naturaleza, para eliminarla, si se puede, o para atenuarla, que se debe, debemos hacer una gimnasia cotidiana, porque la Schadenfreude es como ese colesterol malo que sólo se manifiesta cuando ya es irremediable y quema en la lengua hasta resultar insoportable también para aquel que sufre la enfermedad. No conozco una construcción similar en español, acaso los norteamericanos tampoco la tenían y se han quedado con esta expresión que les sirve para designar lo peor del ánimo propio con respecto a la vida, la hacienda o la esperanza de los otros.
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y2a - Algunas diferencias fundamentales entre la fe en la ciencia y la fe en la religión


Algunas diferencias fundamentales entre la fe en la ciencia y la fe en la religión

from Genciencia 

A rebufo de los candentes comentarios que ha generado el artículo Las células madre y la fe religiosa, vamos a bucear de nuevo en el libro de Sam HarrisEl fin de la fe, con objeto de aclarar algunos conceptos acerca de la naturaleza de la fe en la ciencia y la fe en la religión.
Antes, sin embargo, aclarar un punto que me parece fundamental. Cuando se habla de ciencia o de religión, no se menciona al científico o al religioso. Habrá científicos buenos, malos, dogmáticos, razonables y demás epítetos, como los hay entre los religiosos o los que profesan una fe irracional.
Así pues, lo que se pone de relieve en realidad es el sistema en sí y sus defectos estructurales, no los usos o los errores que han arrostrado sus fieles, tanto de la ciencia como de la religión.

Esta distinción es importante, porque si la ciencia comete errores, a mi parecer, no es por la ciencia en sí sino por su mala praxis. Por el contrario, la religión, sea o no buena sus praxis, parte de unos pilares estructurales que, a día de hoy, resultan netamente nocivos para la razón, el progreso y hasta me atrevería a decir que la felicidad.
Vamos a esas diferencias estructurales.
¿Qué debemos creer? No nos engañemos, la mayor parte de lo que creemos del mundo lo creemos porque nos lo han dicho otras personas. Confiamos en la autoridad de los expertos y en el testimonio de la gente corriente.
Una persona que sólo afirmara saber lo que ha obtenido por vía sensorial o teórica directa apenas sabría nada. ¿Cómo sabes que si te tiras de un quinto piso probablemente morirás? A no ser que hayamos visto morir a alguien así, sólo asumirías esa creencia aceptado lo que te dicen otros.
Así funcionan las cosas, nos guste o no. Pero de ello no se deriva que todas las formas de autoridad sean válidas, ni que todas las autoridades en algo sean siempre fiables.
Imaginemos dos supuestos. En el primero, un biólogo afirma en la televisión que el ADN es la base molecular de la reproducción sexual. En el segundo, el Papa dice que Jesús nació de una virgen y que su cuerpo resucitó después de muerto; si crees eso, irás al cielo después de muerto, y si no lo crees, irás al infierno.
Vayamos a la primera proposición. La ciencia no se funda en verdades inmutables, como ya nos dijo Karl Popper, sino que se autorevisan continuamente. No hay forma de saber cuántas de las actuales teorías resultarán erróneas en el día de mañana. Así pues, ¿cuánta fe hemos de depositar en lo que nos diga la ciencia?
La ciencia es ciencia porque representa nuestro esfuerzo constante de verificar que nuestras afirmaciones sobre el mundo son certeras (o al menos no falsas). Hacemos eso observando y experimentando dentro del contexto de una teoría. Decir que una teoría científica concreta puede estar equivocada no implica decir que pueda estar equivocada en todos sus elementos, ni que cualquier otra teoría tenga las mismas posibilidades de ser acertada.
Tras los resultados obtenidos en estos últimos 50 años, las posibilidades de que el ADN no sea la base de la herencia genética son remotas. Disponemos de enormes correlaciones fiables entre el genotipo y el fenotipo (incluyendo los efectos reproducibles de mutaciones genéticas específicas).
Cualquier cambio en la teoría genética debería también alterar el inmenso registro de datos que ahora conforman nuestras afirmaciones sobre biología. Eso no es imposible que ocurra, pero es ciertamente difícil.
En la siguiente entrega de este artículo analizaremos la proposición segunda. La fe en la religión.




Decíamos que una afirmación sobre la naturaleza del ADN es improbable que se descubra como incierta a estas alturas, aunque ello no elimina la posibilidad de que continuemos recabando información y hasta elaboremos críticas cada vez más agudas sobre ella.
Veamos ahora la afirmación del Papa sobre el hecho de que Jesús nació de una virgen y que su cuerpo resucitó después de muerto.
¿La autoridad del Papa es fiable? Millones de personas creen que sí. De hecho, no sólo creen que es fiable, sino que es infalible en todas las cuestiones de fe y moralidad. No importa lo que se descubra acerca de los fundamentos neurobiológicos sobre la moral, la felicidad o el dolor, el Papa seguirán pensando lo mismo y ni siquiera tienen la duda de que se está equivocando.

¿Pero la gente que cree en lo que dice el Papa (o en lo que su tradición judeocristiana le ha inculcado) se equivoca al afirmar que el Papa sabe de lo que habla? Seguramente.
Sabemos que no existe evidencia suficiente para autentificar muchas de las principales creencias del Papa. ¿Cómo puede alguien nacido en el siglo veinte saber que Jesús nació de una virgen? ¿Qué proceso de raciocinio, místico o de otro tipo, nos proporcionará hechos sobre el historial sexual de una mujer de Galilea (hechos que contradicen por completo elementos sobradamente conocidos de la biología humana)?
Todo lo que se pueda afirmar desde el credo religioso sigue una estructura similar. No sólo parte del dogmatismo ideológico y moral, ciego a las nuevas evidencias. El Papa sólo habla de lo que él piensa que es cierto o de lo que la Biblia dice que es cierto. Y ese documento no es justificación suficiente para sus creencias, dado el estándar de evidencia que prevalecía en el momento de su redacción.
Aquí se impone recordar lo que se dijo al principio: no importa si un científico hace el mal con la ciencia, o si un religioso hace el bien con su religión. Lo que importa es que la ciencia no se cree en la posesión de la verdad absoluta, y la religión sí: y eso es malo per se.
La sinrazón religiosa, por ello, sigue siendo una de las principales causas del conflicto armado del mundo. Por eso será un creyente el que se sentirá ofendido profundamente por un artículo que trate de criticar su inflamable inmovilidad religiosa; raramente se ofenderá un científico si me equivoco al escribir una ecuación (como máximo me dirá que no hago bien mi trabajo o que estoy desinformado).
Porque si tus ideas dependen o están influidas por dogmas o por argumentos de autoridad que proceden de una única persona o unos pocos libros presuntamente históricos, es natural tener miedo a aceptar que has estado equivocado todo este tiempo.
Un científico, por el contrario, aplaudirá al que consiga algo así con su teoría. O mejor dicho: el científico reaccionará así o asá, dependiendo de su catadura moral. Será la ciencia la que aplaudirá, y seguirá avanzando a tientas como un niño de curiosidad infinita.
Vía | El fin de la fe de Sam Harris
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y2a -Aquí hay dragones - Una introduccion al pensamiento critico.

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Aquí hay dragones de Brian Dunning

El siguiente documental de Brian Dunning nos adentra en el mundo del escepticismo científico y como usarlo en pro de la ciencia y contra las pseudociencias.
Brian Dunning analiza muchas de las afirmaciones más comunes de las pseudociencias y habla también sobre el uso que hacen de las falacias lógicas para fundamentar sus ideas y que estas parezcan ciencia cuando no lo son.
Sin duda, un gran documental que nos enseñara a no caer en cualquier tontería que nos vendan los vendemisterios que cada día más, pululan por nuestros televisores, consultas medicas y tiendas de la esquina.
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y2a -¿Merece la pena ser ético?

¿Merece la pena ser ético?

En los últimos meses hemos sido testigos de numerosos escándalos relacionados con el mundo de las finanzas. Los último el de Bernard L. Madoff -ex Presidente del Nasdaq- por un fraude de alrededor de 50.000 millones de dólares, y el del conocido trader de 31 años de Societé Generale, Jérôme Kerviel.

La situación, sin embargo, no es nueva. En años anteriores hemos vivido episodios similares como el de Enron (2001), Worldcom (2002), AOL (2002) o Parmalat (2003). En España, entre los ejemplos más recientes están AVA (1998), Gescartera (2001), Eurobank (2003) o Forum Filatélico y AFINSA (2006), además de los casos públicos como la «Operación Malaya», la «Operación Guateque» o la «Operación Bloque».

No obstante, no debe caerse en el error fácil de extrapolar los casos citados como la práctica mercantil habitual. Hay que apuntar que si bien son las experiencias fraudulentas las que arman ruido y acaparan las portadas, otras muchas empresas intentan cumplir con sus obligaciones legales y éticas. A pesar de todo, sí es conveniente que de vez en cuando salte a la luz pública algún escándalo de esta naturaleza que ayude a poner un poco de cordura a la celeridad en la que se desarrollan las transacciones mercantiles y a no pasar por alto algunos aspectos que a menudo se olvidan y que son importantes, no sólo para la propia dinámica de las relaciones comerciales cuya base se sustenta en la confianza, sino desde el punto de vista de lo que es el desarrollo del propio ser humano.

Se suele decir que tres son los requisitos del buen directivo: «técnica», «estética» y «ética»; ciencia, arte y honestidad. La «técnica» hace referencia al conocimiento de los fundamentos de gestión; la «estética», al dominio en su ejecución; y la «ética», a la bondad (o maldad) de los comportamientos.

Hoy nos detenemos en la última de las variables y apuntamos sólo algunas reflexiones que puedan ser de ayuda a la hora de abordar esta cuestión desde una perspectiva más amplia. No obstante, no es el objetivo de estas líneas sermonear sobre el «deber ser». Primero, porque no nos creemos capacitados; segundo, porque ningún mortal tiene todas las respuestas.

Hablar de ética no es fácil: porque no es un recetario de medidas escrito de antemano para seguirlo a rajatabla donde se nos dice qué es y qué no es ético. Existe una amplia gama de matices y zonas grises que no es fácil de acotar y donde el «saber prudencial» es el mejor consejero. Además, antes de juzgar cualquier comportamiento de un tercero deberíamos preguntarnos qué hubiésemos hecho nosotros en idénticas situaciones. Una cosa es dar discursos desde la tribuna de oradores y otra bien diferente bajar a la arena empresarial. Como dice el pensador José Aguilar, «si vamos a hablar de ética, lo primero que se nos debe exigir es que seamos honrados. No lo seríamos si escamoteáramos las dificultades reales con las que se encuentra quien se propone introducir criterios éticos en su actividad profesional. Hacer frente a estas objeciones, aunque sea desde el convencimiento del papel central que juega la ética en las relaciones empresariales, es un punto de partida inexcusable».

Hechos y no palabras: las palabras son fácilmente manipulables y engañosas, basta decir lo que otro quiere escuchar. Es suficiente lanzar lo que es socialmente aceptable y de este modo recaudar el aplauso social. Los hechos, por el contrario, son irrefutables; ellos son los que nos ensalzan o nos condenan. Con tono irónico decía Giovanni Boccacio (1313-1375): «Haced lo que digo, pero no lo que hago». Todos somos parecidos por lo que afirmamos o defendemos, sin embargo, lo que diferencia a unas personas de otras son los actos concretos. La ética, como casi todas las cosas que merecen la pena de la vida, es más fácil en la «teoría» que en la «práctica». Una cosa es saber lo qué hay que hacer y otra bien distinta ponerlo en acción. Según James O´Toole, «el 95% de los directivos dicen lo correcto pero sólo el 5% lo hacen». Las palabras del máximo responsable de una entidad financiera una vez implantado un nuevo sistema de gobierno corporativo, lo explican claramente: «Un código de buen gobierno, por excelente que sea, no garantiza en sí mismo el buen gobierno de la empresa, pues se requieren personas que lo apliquen día a día y, en su comportamiento, se ajusten a las normas y principios».

Engañar siempre es mal negocio. Rara vez cuando uno no sigue las recomendaciones de la ética suele salir bien parado: «Es fácil engañar a alguien siempre; a todos alguna vez; pero no a todos indefinidamente» (Abraham Lincoln). La falta de ética es como una herida mal curada, siempre acaba por abrirse. No se puede vivir clandestinamente de manera sistemática. La soberanía de la ética siempre acaba imponiéndose y sale victoriosa de cualquier batalla. Espera agazapada a que el tiempo le dé permiso para salir a escena. Donde existe corrupción o fraude, hay perjudicados, y si bien es cierto que hay mucha gente que calla por miedo a las represalias, también siempre hay alguien que, tarde o temprano, no aguanta más, acaba estallando y todo se desenmascara.

Los beneficios de la ética. Ser ético es rentable, no sólo a medio y largo plazo como proclaman algunos, sino también a corto plazo. Rentable es aquello que produce beneficios, y éstos pueden ser tanto «tangibles» -dinero físico- como «intangibles» -poder conciliar el sueño por la noche sabiendo que uno hizo lo que tenía que hacer-. Acostarse y quedarse dormido es algo que cuando se tiene no se le da importancia -parece un acto natural- pero cuando falta se echa mucho de menos. Quién obra mal se ve obligado a cargar con la pesada cruz de la conciencia. «La conciencia -decía un pensador- es la voz del mismo Dios que habla». Se puede engañar a los demás, pero es difícil engañarse a uno mismo. Pasar por encima de la ética destruye a la persona. De cara al exterior pudiera parecer que no, pero de puertas adentro produce una enorme insatisfacción.

La presión del materialismo. El deseo incontenible de rentabilidad inmediata conduce a actuaciones poco éticas. Muchos comportamientos deficientes proceden de la ansiedad por llegar antes de tiempo a alcanzar lo que la paciencia y el sosiego hubieran acabado otorgando. El materialismo salvaje en el que vivimos, produce que se prefiera coger el atajo rápido y cortoplacista al camino bien solidificado con esfuerzo y entrega. Gestionar prudentemente el «cronos» -el tiempo preciso según los griegos- es recomendable para evitar dejarnos deslumbrar por «ganancias sospechosas» y caer en comportamientos no muy rectos que hipotecan nuestro porvenir. La inmediatez es uno de los grandes enemigos de la ética; la paciencia, un gran aliado.

El peligro del relativismo. Enemigos de la ética hay muchos, pero uno de los más demoledores es el «relativismo». Con ese argumento de fondo -todo es relativo- se justifica cualquier tipo de comportamiento. En realidad, lo que ocurre es que hay un miedo desconcertante a buscar la verdad porque eso nos dejaría en evidencia en multitud de ocasiones y nos aparta de lo que «nos apetece» en cada momento. «La recepción de la verdad -decía Platón- depende en buena medida de la predisposición del alma que quiere acogerla». Si uno se empeña en justificarse, siempre acaba encontrando algún argumento -por incierto que sea- para disculparse y poder vivir consigo mismo. Las excusas son el recurso perfecto para encontrar la absolución indiscutible. La ética exige voluntad para hacerla propia y en los casos más comprometidos, obliga a hacer un serio proceso de reflexión y profundización para dar con la respuesta acertada.

La ética genera confianza; y la confianza es la base de cualquier relación mercantil, tanto hacia «fuera» (con los clientes) como hacia «dentro» (con los empleados). Si no se da, malamente marcharán las cosas. La confianza, del latín «cum-fidia» (con fe), significa que esperamos que esa persona en la que hemos puesto nuestras expectativas, no nos defraude. Cuando hay confianza todo resulta más sencillo y los controles se minimizan, lo que favorece la flexibilidad, la eficiencia y la productividad tan necesarias hoy día en el mundo de las organizaciones. Merece citar nuevamente las palabras de José Aguilar: «Reputación corporativa es el crédito de confianza del que una organización dispone en el mercado en el que opera. En un contexto altamente competitivo, el éxito de una actividad comercial depende de numerosos factores: calidad de producto, servicio, comunicación y marketing, etc. Sin embargo, a veces olvidamos algo anterior y más básico: para que una empresa haga negocios es preciso que inspire confianza. Sin credibilidad, todas las ofertas por ventajosas que parezcan, son percibidas con escepticismo o sospecha. Las operaciones mercantiles exigen que los actores sepan a qué atenerse y puedan depositar unas expectativas razonables en el cumplimiento de los compromisos mutuos. Una empresa con reputación es la que se ha ganado la fama de cumplir lo que promete. Los clientes saben a qué atenerse y se muestran más inclinados a negociar con este tipo de organizaciones, que con otras que ofrecen otras ventajas, pero que resultan inciertas o imprevisibles».

La importancia del ejemplo en la ética. Lo decía Albert Schweitzer: «El ejemplo no es una de las formas de influir en los demás, es la única». Si queremos que la organización desprenda un buen perfume y deje buen sabor de boca -tanto en clientes como a empleados y resto de stakeholders- los directivos deben ser los primeros en comportarse de manera correcta ya que sus actuaciones sirven de ejemplo (o contraejemplo) al resto del equipo. A ser ético también se aprende, y para ello es muy importante contar con modelos de referencia, y la Alta Dirección es siempre un referente para sus subordinados. Como reza el dicho: «Si se vive entre codornices es muy difícil aprender a volar como las águilas».

La verdad es independiente de lo que piense la mayoría. Dejarse llevar por las corrientes de opinión no siempre es lo más aconsejable. Bertrand Russell (1872-1970) decía: «El hecho de que una opinión la comparta mucha gente no es prueba concluyente de que no sea completamente absurda». Hay que tener cuidado de hacer una «certeza» lo que simplemente es una «opinión», aunque tenga muchos seguidores que la secunden. «Aestimes indicia, non numeres» (Pesa las opiniones, no las cuentes). El ateniense Sócrates afinaba bien al referirse a este tema: «No debemos preocuparnos mucho de lo que nos vaya a decir la mayoría, sino de lo que diga el que entiende sobre las cosas justas e injustas, aunque sea uno sólo»; y también: «Lo que ha de juzgarse bien, debe juzgarse según ciencia, y no según la mayoría». El padre Benito Jerónimo Feijoó (1676-1764) aportaba su visión irónica sobre esta cuestión: «Los ignorantes, por ser muchos, no dejan de ser ignorantes».

Errare humanum est. El fallo es inherente a la condición humana, o como al grupo cómico argentino Les Luthiers les gusta apostillar, «tener la conciencia limpia es síntoma de mala memoria». No hay que flagelarse, sino reconciliarse con el pasado y hacer propósito de enmienda. Mirar atrás sin resentimientos. La pulcritud absoluta no existe. Quien más quien menos tiene en su currículum algún episodio pasado poco afortunado. Lo malo no es el error, sino no tener agallas de reconocerlo, corregir y enmendar. El primer paso en la perfección como persona es la aceptación de las limitaciones y equivocaciones. Pedir perdón y perdonarse son dos aspectos imprescindibles en la lucha por ser mejor persona y directivo.

Ética y coaching van de la mano. El directivo se enfrenta en multitud de ocasiones a conflictos éticos. Va con el puesto. ¿Cómo superarlos? No es sencillo, la duda aparece en escena con frecuencia; por eso, recurrir a un asesor que aporte amplitud de miras y visión antropológica de la vida, ayuda a tomar mejores decisiones. Encontrar respuestas convincentes a todas las cuestiones importantes no siempre resulta sencillo. La vida a menudo nos pone en una encrucijada en la cual entran en conflicto valores muy apreciados aunque contrapuestos en ese momento -la defensa de la verdad o la lealtad al amigo que diría el Estagirita-, viéndonos en la obligación de optar por uno u otro y es entonces cuando la duda nos invade. Así lo explica Aristóteles: «En defensa de la verdad hay que estar dispuesto a sacrificar incluso realidades que nos son muy queridas. Aunque verdad y amistad son dos realidades profundamente apreciadas hay que optar por la primera». La prudencia -la petición de asesoramiento para mejor acertar- en casos como éste es un buen punto de partida. Que uno se vea delante de decisiones comprometidas, sin una respuesta correcta a priori, no debe llevarnos a tomar decisiones al azar, ya que el coach puede ser un elemento de ayuda interesante.

En definitiva, y como apunta Fernández Aguado, «la ética siempre vuelve, aunque sea con nuevos nombres, porque el hombre no puede renunciar a ella. Sin embargo, no resulta fácil vivir la ética empresarial e incluso algunos que se las dan de moralistas, luego a la hora de los negocios cometen acciones claramente inmorales. A veces, en apariencia por lo menos, sin conciencia de la gravedad de sus comportamientos»..

Para acabar, tres recomendaciones de libros sobre la cuestión: «La ética en los negocios» (Ariel, 2001), «Ética de la actividad empresarial» (Minerva, 2004) y «Ética para seguir creciendo» (Pearson Educacion, 2001).


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Francisco Alcaide Hernández

Profesor Escuela de Negocios - Universidad Antonio de Nebrija

http://franciscoalcaide.blogspot.com/

Artículo de opinión publicado por Executive Excellence nº56 ene09
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Obsérvate a ti mismo, amigo mío.

 James Allen (1864–1912):

«Obsérvate a ti mismo, amigo mío.
Tú posees todo aquello que grandes hombres tuvieron.
Dos brazos, dos manos, dos piernas, dos ojos
y una mente pasa usar, si estás despierto.

Tú eres el mismo obstáculo que has de superar.
Tú sólo has de señalar a dónde quieres ir,
el objetivo que quieres conseguir
y el sacrificio que estás dispuesto a pagar.

Coraje y valor deben venir de ti,
que toda persona marca su camino.
Obsérvate a ti mismo, amigo mío,
tú posees todo aquello que grandes hombres tuvieron.
Con el mismo equipaje, ellos empezaron.
Pon en ello, pues tu empeño y di: Yo puedo».
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s2t2 Liberalismo


Liberalismo

Para otros usos de este término, véase Liberalismo (desambiguación).

Figuras alegóricas del Monumento a la Constitución de 1812 en Cádiz
El liberalismo es un sistema filosóficoeconómico y político, que promueve las libertades civiles y el máximo límite al poder coactivo de los gobiernos sobre las personas; se opone a cualquier forma de despotismo, suscitando a los principios republicanos, siendo la corriente en la que se fundamentan la democracia representativa y la división de poderes.
Aboga principalmente por:

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Características [editar]

Sus características principales son:
  • El individualismo, que considera al individuo primordial, como persona única y en ejercicio de su plena libertad, por encima de todo aspecto colectivo.
  • La libertad como un derecho inviolable que se refiere a diversos aspectos: libertad de pensamiento, de expresión, de asociación, de prensa, etc., cuyo único límite consiste en la libertad de los demás, y que debe constituir una garantía frente a la intromisión del gobierno en la vida de los individuos.
  • El principio de igualdad entre las personas, entendida en lo que se refiere a diversos campos jurídico y político. Es decir, para el liberalismo, todos los ciudadanos son iguales ante la ley y ante el Estado.
  • El derecho a la propiedad privada como fuente de desarrollo e iniciativa individual, y como derecho inalterable que debe ser salvaguardado y protegido por la ley.
  • El establecimiento de códigos civiles, constituciones, e instituciones basadas en la división de poderes (EjecutivoLegislativo y Judicial) y en la discusión y solución de los problemas por medio de asambleas y parlamentos.
  • La Tolerancia Religiosa.

Liberalismo social, económico y político [editar]


Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en Málaga en1831. Este grupo de liberales españoles intentó sin éxito acabar con la política absolutista de Fernando VII. Óleo de Antonio Gisbert Pérez (1834-1901).
El liberalismo social defiende la no intromisión del Estado o de los colectivos en la conducta privada de los ciudadanos y en sus relaciones sociales, existiendo plena libertad de expresión y religiosa, asi como los diferentes tipos de relaciones sociales consentidas, morales, etc.
Esta no intromisión permitiría la legalización del consumo de drogas, la libertad de paso, la no regulación del matrimonio por parte del Estado (es decir, éste se reduciría a un contrato privado como otro cualquiera, pudiendo ser, por tanto, contratado por cualquier tipo de pareja), la liberalización de la enseñanza, etc.
Por supuesto, en el liberalismo hay multitud de corrientes que defienden con mayor o menor intensidad diferentes propuestas.
El liberalismo económico defiende la no intromisión del Estado en las relaciones mercantiles entre los ciudadanos, impulsando la reducción de impuestos a su mínima expresión y eliminando cualquier regulación sobre comercio, producción, etc. La no intervención del Estado asegura la igualdad de condiciones de todos los individuos, lo que permite que se establezca un marco de competencia perfecta, sin restricciones ni manipulaciones de diversos tipos. Esto significa neutralizar cualquier tipo de beneficencia pública, como ser aranceles, subsidios, etc.
El liberalismo político inspiró la organización del Estado de Derecho dentro del marco de la democracia liberal durante el siglo XIX, vigente en gran parte de los Estado-Nación actuales. Sus elementos principales son el poder de los ciudadanos como voluntad general de poder gubernamental y la elección de sus representantes de manera libre y soberana. El Estado de Derecho como marco jurídico e institucional resguarda las libertades y los derechos de las personas.

Liberalismo benthamiano [editar]

Una división menos famosa pero más rigurosa es la que distingue entre el liberalismo predicado por Jeremías Bentham y el defendido por Wilfredo Pareto. Esta diferenciación surge de las distintas concepciones que estos autores tenían respecto al cálculo de un óptimo de satisfacción social.
En el cálculo económico se diferencian varias corrientes del liberalismo. En la clásica y neoclásica se recurre con frecuencia a la teoría del Homo oeconomicus, un ser perfectamente racional con tendencia a maximizar su satisfacción. Para simular este ser ficticio, se ideó el gráfico Edgeworth-Pareto, que permitía conocer la decisión que tomaría un individuo con un sistema de preferencias dado (representado en curvas de indiferencia) y unas condiciones de mercado dadas. Es decir, en un equilibrio determinado.
Sin embargo, existe una gran controversia cuando el modelo de satisfacción se ha de trasladar a una determinada sociedad. Cuando se tiene que elaborar un gráfico de satisfacción social, el modelo benthamiano y el paretiano chocan frontalmente.
Según Wilfredo Pareto, la satisfacción que goza una persona es absolutamente incomparable con la de otra. Para él, la satisfacción es una magnitud ordinal y personal, lo que supone que no se puede cuantificar ni relacionar con la de otros. Por lo tanto, sólo se puede realizar una gráfica de satisfacción social con una distribución de la renta dada. No se podrían comparar de ninguna manera distribuciones diferentes. Por el contrario, en el modelo de Bentham los hombres son en esencia iguales, lo cual lleva a la comparabilidad de satisfacciones, y a la elaboración de una única gráfica de satisfacción social.
En el modelo paretiano, una sociedad alcanzaba la máxima satisfacción posible cuando ya no se le podía dar nada a nadie sin quitarle algo a otro. Por lo tanto, no existía ninguna distribución óptima de la renta. Un óptimo de satisfacción de una distribución absolutamente injusta sería, a nivel social, tan válido como uno de la más absoluta igualdad (siempre que éstos se encontrasen dentro del criterio de óptimo paretiano).
No obstante, para igualitaristas como Bentham, no valía cualquier distribución de la renta. El que los humanos seamos en esencia iguales y la comparabilidad de las satisfacciones llevaba necesariamente a un óptimo más afinado que el paretiano. Este nuevo óptimo, que es necesariamente uno de los casos de óptimo paretiano, surge como conclusión lógica necesaria de la ley de rendimientos decrecientes.

Corrientes de estas concepciones [editar]

Estas dos concepciones radicalmente diferentes dividen al liberalismo en dos corrientes: por un lado, una corriente igualitarista y progresista, abanderada por la teoría de Bentham y, por el otro, aquella otra corriente que no persigue la igualdad, pues considera natural que hombres diversos actuando en función de sus propias motivaciones y empleando libremente los medios de que disponen lleguen a fines diferentes.
Entre los seguidores de Bentham destacan las tesis del social-liberalismo, mientras que de Pareto surgen otras como la escuela austríaca (si bien, para esta última corriente, no es necesario en absoluto basarse en idealizaciones y estudios de equilibrios inexistentes en la realidad. De hecho, dicha escuela considera un auténtico error epistemológico pretender llevar a cabo el estudio de la economía como si se tratara de una ciencia natural . Por tanto, propone un acercamiento distinto, completamente opuesto al de los clásicos y neoclásicos, al liberalismo).

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La categoría Liberales agrupa todos los artículos sobre personalidades liberales. La que sigue es sólo una breve relación orientativa de liberales de gran relevancia en la historia de esta corriente intelectual, académica y política.

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Véase también [editar]

Bibliografía [editar]

Historia de las ideas liberales [editar]

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